Después de dos meses fuera del
país, tiempo signado de
encuentros, añoranzas y recuerdos, continuo con el Blog que tanto me ha ayudado
a ordenar, reconstruir y valorar la vida y la dicha compartida. “El pasado, decía Faulkner, nunca
se muere, ni siquiera es pasado” es lo que nos da forma, nos define, nos hace
ser. El pasado es, simplemente, lo que
somos.
Dibujo de David |
Qué difícil es narrar la felicidad, que difícil es hablar de días tranquilos,
sin sobresaltos. De días instalados cómodamente en la confortable rutina, en el
quehacer cotidiano, tocados apenas por el desarrollo normal de la vida y el
deterioro cada vez mayor del país.
En Araure Txus se sentía tranquilo, feliz. Nere y yo siempre nos despertábamos antes y tomábamos
café y hablábamos, hablábamos sin parar. Después despertaba a
Txus que dormía plácidamente y pedía siempre “5 minutitos más”, después le
llevaba café y se levantaba. Siempre comentaba que escucharnos hablar
acurrucado en la cama era su alegría. En
los primeros años llevábamos a Nere al colegio y después caminábamos unos dos kilómetros
tomados de la mano. Nos íbamos a tomar café con mis papás y comprábamos los dos
periódicos más importantes del país. A las 9 am se encaminaba a “El amigo del libro”,
atendía toda la mañana, buscaba a la niña en el colegio y almorzábamos todos
juntos, hacia una breve y “sagrada”, siesta y en la tarde volvía nuevamente a
atender a los asiduos visitantes que buscaban información, consultaban libros o, simplemente, le pedían que
narrará, hechos históricos, acontecimientos políticos, explicará teorías o,
sencillamente, acudían a escucharlo hablar de su siempre certero análisis de la
situación que vivía el país o el mundo. En la tardecita llegaba lleno de anécdotas
y al contarlas, se entreveía el placer
que le producía esa ocupación que colmó la última etapa de su vida.
Es que el hábitat natural de Txus eran los libros, desde sus tardes en
el zaguán leyendo los tebeos o comiquitas que alquilaba en Bilbao, sus tristes
domingos en el colegio refugiándose en la biblioteca que le protegía del
abandono familiar, sus miles de libros que ocuparon todas las paredes de las
casas que habitó y el espacio que fundó para compartir con todos su amor por
los libros. En todas las etapas de su vida los libros estaban ahí, eran parte
de él, eran su vida. Eran una prolongación de su mano. Leer, leer, leer…
Antes de dormir me leía, con voz queda y arrulladora, las lecturas y artículos
que seleccionaba para mí. Cada noche de nuestra vida me leyó hasta que me
quedaba dormida. Cada noche de la infancia
de la niña le leyó cuentos para dormirla y cada noche después de dormidas, leía
durante horas, los libros que siempre estaban en su mesa de noche. Libros que se sucedían vertiginosamente.
Entre libros y lecturas transcurría su vida y la nuestra. En nuestras
tardes de dialogo siempre estaban presentes las lecturas que estábamos haciendo
o los libros y autores nuevos, porque Txus siempre fue un librero por vocación.
Como decía Somerset Maugham,
“Adquirir el hábito de la lectura y rodearnos de buenos libros es construirnos
un refugio moral que nos protege de casi todas las miserias de la vida” y eso fue lo que se construyó y construyó para
nosotras un refugio indestructible que nos resguardaba y al mismo tiempo nos
daba herramientas para enfrentar cualquier cosa.
El momento en que Nerea se fue
a la universidad, ensombreció un poco su felicidad pero al mismo tiempo sentía orgullo
por la independencia y asertividad que demostraba la niña con apenas 17 años. Muchas
emociones contradictorias le surgieron en ese momento, tenía miedo a no poder
protegerla, tristeza por su partida, alegría por sus logros, confianza en su
futuro y satisfacción por la educación, apoyo y el amor que le había brindado y
que hasta el último momento le brindó.
En estos años algo que opacaba, también, su felicidad era la situación
del país. Con una claridad de iluminado veía evidencias de destrucción de la
democracia, la libertad y del país en muchas de las acciones que emprendía el
gobierno. Desgraciadamente, el tiempo y las actuales circunstancias le dieron la
razón. En “El amigo del libro” y en cualquier escenario posible no escatimaba
en el empleo de los calificativos: autoritario, fascista, totalitario… para
definir el gobierno. Una vez en la calle le grito a unos soldados que eran una “cuerda
de fascistas y que volvieran a los cuarteles”. Su aspecto respetable y el
afecto que generaba en la gente lo protegieron
siempre de estos comentarios a viva voz que no escatimaba en pronunciar frente
a un radical rojo, rojito o un militar.
Un acontecimiento inesperado le trastocó la fortaleza física que
siempre había demostrado. En el año 2003, después de dejar el carro en un
taller e ir caminado y leyendo al mismo tiempo, se tropezó con uno de los miles
de huecos o desniveles que tienen las aceras en este país y se partió el fémur,
una rápida operación y una acertada prótesis le permitió al poco tiempo
continuar con su vida normal, pero con un nuevo e imprescindible compañero un bastón.
En ese momento se dio cuenta de su vulnerabilidad física, ya su cuerpo no respondía
a la actividad física con la habilidad, que durante toda su vida de deportista,
le había acompañado. A pesar de su edad
Txus caminaba, subía montes, nadaba de forma inagotable, mientras nosotras mostrábamos
signos inocultables de agotamiento él siempre se veía fresco y descansado.
Dos años después se me presentó la oportunidad de trasladarme a
Caracas para trabajar en Postgrado y me apoyó en la toma de esta decisión
argumentando que tenía una vida profesional que desarrollar, que nuestro vínculo era indestructible y que él era feliz si yo lo era. Dejar a Txus
fue duro y siempre que venía a Acarigua o él venía a Caracas al separarnos una
profunda tristeza y culpa me embargaban. El continuó con sus hábitos, sus costumbres
y su “Amigo del Libro”.
Para inicios del nuevo milenio
la vida de Txus cambió. La lectura, como
siempre, fue su refugió y lo protegió de estar separado de sus seres más
queridos.
Quiero resaltar que Txus era una persona feliz, pese a la separación y
la situación del país. Los años de felicidad plena, nuestro amor, su hija, su
ocupación al servicio de la comunidad le dieron fortalezas emocionales imbatibles,
lejos quedo el niño que con estupor miraba la vida como una serie de eventos
desafortunados.
Hola.! Estimada colega
ResponderEliminarPara mi tu experiencia de vida está llena de AMOR,consideración por el otro,mucha creencia y fe en lo que construyeron juntos. Un fuerte Abrazo.
Quiero leer de nuevo todo lo que has venido escribiendo en torno a la vida de Txus, antes de hacer en un texto corto, lo que nos pides a quienes hemos disfrutado en la vida de su presencia siempre vital e inteligente, además de afectuosa.
ResponderEliminarConocer a Jesús Dolara, fue conocer al hombre inspirador y al ganador de muchas y extraordinarias batallas, internas y del mundo real, al mismo tiempo fue conocer al eterno niño que siempre me regaló su dulce risa y su amistad desprendida, de esas personas que muy pocas llegan a tu vida y estoy muy agradecida. La mayoría de nosotros somos recelosos con nuestros tesoros, los escondemos y mezquinamos a los demás, al contrario Ana siempre nos acercó a su Chicho, disfrutaba de nuestro placer de compartir con él, mil gracias amiga… Cuando vi el dibujo de David en el blog me emocioné mucho pues Jesús se ganó toda su admiración y mira que ese chico es duro!. Al comenzar este dibujo, me preguntó muy preocupado “como podré dibujar su cabello? es todo blanco mamá!”, su preocupación era autentica pues en realidad quería darle un hermoso regalo a ese “viejecito muy especial”, así me comentó cuando lo conoció una tarde en que fue a arreglar los libros en las enormes estanterías que cubren las paredes de la casa de Ana y Jesús . Con amor, Saibel.
ResponderEliminarGracias querida por tus bellas y sentidas palabras
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