domingo, 10 de julio de 2016

Vicisitudes de un Lector por naturaleza, librero por vocación y esposo/padre con devoción.

Después de dos meses fuera del  país, tiempo signado  de encuentros, añoranzas y recuerdos, continuo con el Blog que tanto me ha ayudado a ordenar, reconstruir y valorar la vida y la dicha compartida. “El pasado, decía Faulkner, nunca se muere, ni siquiera es pasado” es lo que nos da forma, nos define, nos hace ser.  El pasado es, simplemente, lo que somos.

Dibujo de David

Qué difícil es narrar la felicidad, que difícil es hablar de días tranquilos, sin sobresaltos. De días instalados cómodamente en la confortable rutina, en el quehacer cotidiano, tocados apenas por el desarrollo normal de la vida y el deterioro cada vez mayor del país.
En Araure Txus se sentía tranquilo, feliz.  Nere y yo siempre nos despertábamos antes y tomábamos café  y hablábamos,  hablábamos sin parar. Después despertaba a Txus que dormía plácidamente y pedía siempre “5 minutitos más”, después le llevaba café y se levantaba. Siempre comentaba que escucharnos hablar acurrucado en la cama era su alegría.  En los primeros años llevábamos a Nere al colegio y después caminábamos unos dos kilómetros tomados de la mano. Nos íbamos a tomar café con mis papás y comprábamos los dos periódicos más importantes del país. A las 9 am se encaminaba a “El amigo del libro”, atendía toda la mañana, buscaba a la niña en el colegio y almorzábamos todos juntos, hacia una breve y “sagrada”, siesta y en la tarde volvía nuevamente a atender a los asiduos visitantes que buscaban información,  consultaban libros o, simplemente, le pedían que narrará, hechos históricos, acontecimientos políticos, explicará teorías o, sencillamente, acudían a escucharlo hablar de su siempre certero análisis de la situación que vivía el país o el mundo. En la tardecita llegaba lleno de anécdotas y al contarlas, se entreveía  el placer que le producía esa ocupación que colmó la última etapa de su vida. 

Es que el hábitat natural de Txus eran los libros, desde sus tardes en el zaguán leyendo los tebeos o comiquitas que alquilaba en Bilbao, sus tristes domingos en el colegio refugiándose en la biblioteca que le protegía del abandono familiar, sus miles de libros que ocuparon todas las paredes de las casas que habitó y el espacio que fundó para compartir con todos su amor por los libros. En todas las etapas de su vida los libros estaban ahí, eran parte de él, eran su vida. Eran una prolongación de su mano. Leer, leer, leer…
Antes de dormir me leía, con voz queda y arrulladora, las lecturas y artículos que seleccionaba para mí. Cada noche de nuestra vida me leyó hasta que me quedaba dormida.  Cada noche de la infancia de la niña le leyó cuentos para dormirla y cada noche después de dormidas, leía durante horas, los libros que siempre estaban en su mesa de noche.  Libros que se sucedían vertiginosamente.

Entre libros y lecturas transcurría su vida y la nuestra. En nuestras tardes de dialogo siempre estaban presentes las lecturas que estábamos haciendo o los libros y autores nuevos, porque Txus siempre fue un librero por vocación. Como decía Somerset Maugham,  “Adquirir el hábito de la lectura y rodearnos de buenos libros es construirnos un refugio moral que nos protege de casi todas las miserias de la vida”  y eso fue lo que se construyó y construyó para nosotras un refugio indestructible que nos resguardaba y al mismo tiempo nos daba herramientas para enfrentar cualquier cosa.
El momento en  que Nerea se fue a la universidad, ensombreció un poco su felicidad pero al mismo tiempo sentía orgullo por la independencia y asertividad que demostraba la niña con apenas 17 años. Muchas emociones contradictorias le surgieron en ese momento, tenía miedo a no poder protegerla, tristeza por su partida, alegría por sus logros, confianza en su futuro y satisfacción por la educación, apoyo y el amor que le había brindado y que hasta el último momento le brindó.

En estos años algo que opacaba, también, su felicidad era la situación del país. Con una claridad de iluminado veía evidencias de destrucción de la democracia, la libertad y del país en muchas de las acciones que emprendía el gobierno. Desgraciadamente, el tiempo y las actuales circunstancias le dieron la razón. En “El amigo del libro” y en cualquier escenario posible no escatimaba en el empleo de los calificativos: autoritario, fascista, totalitario… para definir el gobierno. Una vez en la calle le grito a unos soldados que eran una “cuerda de fascistas y que volvieran a los cuarteles”. Su aspecto respetable y el afecto que generaba en la gente  lo protegieron siempre de estos comentarios a viva voz que no escatimaba en pronunciar frente a un radical rojo, rojito o un militar.
Un acontecimiento inesperado le trastocó la fortaleza física que siempre había demostrado. En el año 2003, después de dejar el carro en un taller e ir caminado y leyendo al mismo tiempo, se tropezó con uno de los miles de huecos o desniveles que tienen las aceras en este país y se partió el fémur, una rápida operación y una acertada prótesis le permitió al poco tiempo continuar con su vida normal, pero con un nuevo e imprescindible compañero un bastón. En ese momento se dio cuenta de su vulnerabilidad física, ya su cuerpo no respondía a la actividad física con la habilidad, que durante toda su vida de deportista, le había acompañado.  A pesar de su edad Txus caminaba, subía montes, nadaba de forma inagotable, mientras nosotras mostrábamos signos inocultables de agotamiento él siempre se veía fresco y descansado.
Dos años después se me presentó la oportunidad de trasladarme a Caracas para trabajar en Postgrado y me apoyó en la toma de esta decisión argumentando que tenía una vida profesional que desarrollar, que nuestro vínculo  era indestructible  y que él era feliz si yo lo era. Dejar a Txus fue duro y siempre que venía a Acarigua o él venía a Caracas al separarnos una profunda tristeza y culpa me embargaban. El continuó con sus hábitos, sus costumbres y su “Amigo del Libro”.

Para  inicios del nuevo milenio la  vida de Txus cambió. La lectura, como siempre, fue su refugió y lo protegió de estar separado de sus seres más queridos.  
Quiero resaltar que Txus era una persona feliz, pese a la separación y la situación del país. Los años de felicidad plena, nuestro amor, su hija, su ocupación al servicio de la comunidad le dieron fortalezas emocionales imbatibles, lejos quedo el niño que con estupor miraba la vida como una serie de eventos desafortunados. 

4 comentarios:

  1. Hola.! Estimada colega
    Para mi tu experiencia de vida está llena de AMOR,consideración por el otro,mucha creencia y fe en lo que construyeron juntos. Un fuerte Abrazo.

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  2. Quiero leer de nuevo todo lo que has venido escribiendo en torno a la vida de Txus, antes de hacer en un texto corto, lo que nos pides a quienes hemos disfrutado en la vida de su presencia siempre vital e inteligente, además de afectuosa.

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  3. Conocer a Jesús Dolara, fue conocer al hombre inspirador y al ganador de muchas y extraordinarias batallas, internas y del mundo real, al mismo tiempo fue conocer al eterno niño que siempre me regaló su dulce risa y su amistad desprendida, de esas personas que muy pocas llegan a tu vida y estoy muy agradecida. La mayoría de nosotros somos recelosos con nuestros tesoros, los escondemos y mezquinamos a los demás, al contrario Ana siempre nos acercó a su Chicho, disfrutaba de nuestro placer de compartir con él, mil gracias amiga… Cuando vi el dibujo de David en el blog me emocioné mucho pues Jesús se ganó toda su admiración y mira que ese chico es duro!. Al comenzar este dibujo, me preguntó muy preocupado “como podré dibujar su cabello? es todo blanco mamá!”, su preocupación era autentica pues en realidad quería darle un hermoso regalo a ese “viejecito muy especial”, así me comentó cuando lo conoció una tarde en que fue a arreglar los libros en las enormes estanterías que cubren las paredes de la casa de Ana y Jesús . Con amor, Saibel.

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