domingo, 17 de abril de 2016

El amigo del libro

portada de 7 días del 26 de agosto de 2007
Este post no tiene nada que ver con lo que he publicado hasta el momento, simplemente recoge la entrevista en El Nacional que le hizo Albinson Linares y que quiero compartir con ustedes para que vean la calidad y calidez de Txus y de su importante labor en esta ciudad. 

a continuación comparto el texto del articulo

El vasco que comparte su amor por los libros
"Yo sí hago la revolución, porque creo cultura" Jesús Dolara es el dueño de El amigo del libro, peculiar establecimiento de Acarigua, donde los ciudadanos pueden alquilar a precios "filantrópicos" libros de interés general y raros volúmenes de las más diversas áreas del saber
Hace unos minutos, gruesos goterones se precipitaron sobre las calles de Acarigua, arrancándole al asfalto su alma de vapor caliente. Los árboles umbrosos de la plaza Andrés Eloy Blanco se alzan con rebeldía ante el cielo gris. Al fondo, el liceo Páez ofrece su mole cuadrada que brilla bajo el tímido sol de este agosto llanero repleto de lluvia. Esta es la vista que se tiene desde El amigo del libro, recinto de modestas proporciones donde el sabio vasco Jesús Dolara ofrece a la comunidad todo el conocimiento que albergan los lomos de más de 10.000 volúmenes. Desde hace 13 años, esta peculiar biblioteca ofrece un servicio inédito en la Venezuela de estos tiempos: el alquiler de libros. Reclinado en el largo mesón donde los estudiantes suelen investigar, Jesús Dolara juguetea con su barba cana mientras se sumerge en los recuerdos. Rememora una España que en 1934 vivía el efímero ensayo de la democracia republicana: "Cuando tenía seis años, cerca de donde vivía, en la ciudad de Bilbao, había una viejita que tenía una venta de cómics en un zaguán. Había unos cinco o seis banquitos pequeños; allí los niños nos sentábamos, y nos alquilaban la lectura de los cómics. Recuerdo que me leí todo Flash Gordon. Cuando crecí, luego de la Guerra Civil, también le alquilaba novelas a una señora en otro zaguán". Hombre de variados intereses que recuerdan a los eruditos renacentistas, Dolara ha cultivado a lo largo de sus 79 años de edad el amor por el conocimiento. Ingeniero de profesión, padece los rigores de una pasión donde el saber científico y humanístico forjaron el tierno maridaje evidenciado en su colección de libros dedicados a las ciencias puras, Historia, Filosofía, Economía, Política y Literatura: "En un principio, adoraba los libros; eran un fetiche. No sólo eran mi alimento cultural, sino que también eran mis dioses. Cuando se me rompía uno, era una tragedia. Ahorita gozo cuando veo que mis libros se están estropeando por el uso. Cuando me jubilé y vinimos para acá, llegué a la conclusión de que debía compartir esa cosa sagrada con los demás. Por otra parte, los libros se estaban poniendo bastante caros y a mucha gente se le hacía difícil comprarlos". Voluminosas enciclopedias, ediciones antiguas de sellos como Emecé, Sur, Alfaguara y Planeta, textos divulgativos de secundaria y primaria, además de una hemeroteca con carpetas de noticias clasificadas por temas, que contiene ejemplares de la Revista Nacional de Cultura, Zona Franca, Nuevo Sur y las colecciones completas de las revistas Imagen y Cal, están al alcance del público que puede consultarlos o alquilarlos en El amigo del libro. La bella empresa inútil. La naturaleza de este establecimiento se aleja del lucro, insertándose en las raíces de la filantropía, cuando hablamos de precios: "Mi 'modus operandi' -dice jocosamente el dueño- es que a la persona interesada en alquilar le pido un depósito del valor estimado del libro. Si está de acuerdo, me lo deja y le doy un recibo. Cuando me regresan el libro, le devuelvo el depósito que me hizo y le cobro un alquiler muy módico: como de 300 bolos a la semana". Reza con desvergüenza la conseja popular que "no se sabe quién es más idiota: quien presta un libro o quien lo devuelve". Pues bien, la experiencia de Dolara, luego de más de una década de trabajo con el público, habla muy bien de los llaneros: "Es curioso. Creo que eso responde a la estructura de carácter nacional. La gente es honrada, pero incumplidora. Si le dejo a alguien un libro y le encarezco que me lo devuelva, ellos me juran que lo traen mañana; cuando me lo dicen no mienten, pero nunca lo entregan al día siguiente. En 70% de los casos lo devuelven 15 días o un mes después, por eso los alquilo". La fama del estudioso que alquila sus raros libros ha traspasado las fronteras de Acarigua, por lo que eventualmente se reciben visitas de otros estados: "Muchas personas prefieren venir acá que consultar en Internet. Viene gente de San Carlos, Barquisimeto y hasta de Guanare. Yo dejo que les saquen copia y, en la medida de lo posible, les colaboro. Muchas veces me han planteado que les haga algún trabajo y no estoy dispuesto. A estas alturas de mi vida ya soy un poco mayor para ser corrupto", asevera con rigor. El gobierno regional nunca le ha ofrecido aportes para esta iniciativa privada que, como es obvio, el único lucro que reporta es la alegría por la transmisión del saber: "Nadie ha venido a hacerlo y yo no he querido pedir. Si me hubieran ofrecido ayuda sin exigirme condiciones o compromisos políticos, la hubiese aceptado. A fin de cuentas, esto me cuesta plata que no tengo, pero a mi edad me cuesta transigir con lo que está pasando en el país. Si no lo he hecho hasta ahorita, y he vivido guerras y dos dictaduras, pues me resultaría muy difícil, me sentiría muy mal", comenta con un gesto cansino. Acerca del proceso de refundación política liderado por el presidente Chávez, Jesús Dolara vierte sus consideraciones, fruto de la experiencia: "No hay posibilidad de revolución sin cultura y sin desarrollo. La riqueza de la lengua, por ejemplo, muestra el desarrollo de un país y un país con una lengua pobre, como éste, es un país pobre. En ese aspecto, sí tengo una participación social. Yo sí hago la revolución, porque creo cultura". El afán por lo justo. Tras el aire frágil que desprende por su edad, se encuentran el aplomo y las firmes convicciones políticas de un hombre que combatió en la clandestinidad y luego, desde 1955, en el exilio venezolano, la dictadura de Francisco Franco Bahamonde. Durante muchos años militó en Acción Nacionalista Vasca y, cuando el dictador falleció en 1975, la nostalgia por la segunda patria pudo más: "Como no logramos matarlo o tumbarlo, se nos murió el hombre. Entonces, los vinculados al partido teníamos que tomar una decisión: o regresar o quedarse. Ya no tenía sentido trabajar desde el exterior en una actividad clandestina. El objetivo de los partidos políticos era llegar al poder de manera democrática. Entonces, algunos de mis compañeros regresaron y yo decidí quedarme". Por ese tiempo, al margen de sus actividades como funcionario en el Ministerio de Obras Públicas, decidió incorporarse como activista de una organización internacional cuya naturaleza respondía a los valores defendidos por el estudioso: "En 1975, un grupo de amigos formamos Amnistía Internacional en Venezuela, porque teníamos noticias de esa organización que había trabajado por presos y exiliados políticos españoles en la época de Franco. Nos comunicamos con la secretaría de Amnistía Internacional en Londres y decidieron que éramos gente apropiada, con suficiente experiencia política. Fue entonces cuando empezamos a trabajar". Fue el comienzo de una fructífera carrera en la organización, que lo llevó a ocupar diversos cargos como el de tesorero, coordinador y, finalmente, secretario general de la Sección Venezuela de Amnistía Internacional. Desde su retiro llanero, "el amigo de los libros" se muestra optimista por la presencia de las personas que diariamente recurren a él en búsqueda de conocimiento: "Aunque no abundan, sigue existiendo gente a la que le gusta la lectura. Muchas veces vienen buscando libros que no tengo; esos de autoayuda que están de moda, pero que a mí me dan alergia. De todas maneras siempre trato de orientarlos y decirles que es bueno que lean. Siempre es bueno que lean algo, aunque sea Paulo Coelho, ¿verdad?".

Después de publicada esta entrevista el teléfono no paraba de sonar, muchas personas nos llamaban para donar libros y para felicitar a Txus por tan loable labor. Uno de los reconocimientos que mas le emocionó fue el que publicó Adriano González León, al cual llamó para agradecer personalmente por tan bello articulo, 
Aquí el maravilloso texto de Adriano.

Acarigua siempre fue en mis recuerdos unas calles solitarias, un sol que silbaba sobre las piedras y unas aves en bandada que le dieron el nombre a la tierra, porque se decía en lengua nativa que era la región de las gaviotas. A éstas se podrían mezclar las garzas, apareciendo y desapareciendo en un enorme cielo azul. Me quedó un sentido de tristeza, mezclado con el polvillo de los aserraderos y el saber que estábamos en camino hacia el santuario de Guanare, porque mi madre quería pedirle a la virgen que yo creciera. No se hizo el milagro, pero me quedaron los ecos de los himnos que cantaban los peregrinos y una cierta tristeza que nunca volví a ver. De ambos pueblos procede también mi amistad con Coromoto Landaeta y Alexis Márquez Rodríguez. Ahora se aglomeran los recuerdos y Acarigua crece con el más espectacular de los sucesos, quizás único en el mundo. Un vasco, antiguo  combatiente contra el franquismo, hizo suyo este paisaje. Y produjo una prodigiosa invención. Jesús Dolara creó un lugar llamado El amigo del libro. No se trata de una biblioteca, ni de una librería.
Se trata de un centro especial donde se alquilan libros por un módico precio, según plazos establecidos y el cuidado debido. El lugar es visitado por gentes de los sitios vecinos, y los visitantes se sientan en un mesón donde realizan sus escogencias y promueven las tertulias. Es un verdadero centro cultural, bastante lejos de esos reductos inventados por funcionarios rencorosos y, quizás, a medias alfabetizados. Este se trata de un lugar respetable, donde no se entregan libros de ayuda ni se promueve el facilismo. Los textos ofrecidos en alquiler provienen de editoriales como
Alfagura, Sur, Emecé o Planeta. Se cuenta con dos colecciones completas de las revistas Imagen y Cal. Quizás, dentro de la campaña por la lectura, este sea uno de los mejores ejemplos, al lado de las Bibliomulas del Valle del Momboy, en el estado Trujillo. El amigo del libro, que así se llama el establecimiento, posee más de 10.000 ejemplares. Jesús Dolara confiesa en un reportaje que le agrada que los libros se están estropeando.
Eso implica que la gente se ha metido de lleno en la lectura. Y además ya se dispone de mecanismos de empaste y restauración.En medio de esos recuerdos de tristeza que me embargaban, ha soplado un viento grato y ligero en la región llanera centroccidental de Venezuela.Ahora pueden sonar de nuevo las canciones de los promesantes. Creo que ha surgido un milagro superior al que aspiraba mi madre.
el reconocimiento de la gran labor de Txus con el amigo del libro, no era solo reconocida en la prensa nacional. cada vez que salíamos a la calle o a comer o al centro comercial siempre había alguien que se acercaba a saludarlo, 
Contaré una anécdota para que vean la popularidad y lo conocido que era Txus en Acarigua-Araure, Algo en lo que Txus era realmente venezolano era en comerse los semáforos y nunca tener al día el carnet de conducir, pero sobretodo el certificado medico. Un dia yendo al amigo del libro se comió el semáforo como era su costumbre y de repente se dio cuenta que un fiscal de transito estaba en la esquina viendolo y haciéndole gestos de que se parará. Txus trago saliva hacia como dos años que tenia vencido el certificado medico y pensó que la multa seria inminente, pensando en una excusa plausible buscó su billetera en el bolsillo y con ella en la mano espero al fiscal, al llegar y darle las buenas tardes le pregunto que si en El Amigo del Libro tenia un texto sobre química, que su hija estaba buscando para ver si entendía un tema difícil, Inmediatamente Txus le respondió que si y que fuera al negocio que el mismo le explicaría para que entendiera. Ven como todos lo conocían,  

la casa, la perrita, la gata, la familia y el Amigo del libro

nuestra casa
La mudanza a Acarigua-Araure fue escalonada, primero, a mediados de septiembre trajimos a  Nerea por el inicio de las clases, a finales de septiembre vine yo y  en octubre llego Txus, él se había quedado en Caracas embalando, su posesión más preciada, sus miles y miles de libros. Nere y yo nos instalamos en casa de mis padres, no queríamos mudarnos a la casa hasta que todo estuviera listo. Nerea se adaptó rápidamente a su nuevo colegio, a pesar de nuestra preocupación, su colegio en Caracas era experimental basado en la nueva pedagogía, con poquísimos alumnos por aula y un excelente grupo de maestras que amaban su trabajo y estimulaban la libertad en sus pupilos.  El colegio de Acarigua-Araure era totalmente tradicional, pero apenas llego hizo un grupo de amigos maravilloso que ha mantenido a pesar del paso del tiempo y la distancia.  Mientras ella estaba en el colegio yo venía a la nueva casa y ordenaba un poco cada día. Después de unos 15 días estaba todo listo para nuestra mudanza. Comentábamos la maravillosa sensación que sentíamos al empezar esta nueva vida y al poco tiempo todos  sentíamos que habíamos vivido siempre ahí. Txus y yo llevábamos a Nere al colegio y después nos íbamos a caminar al aeropuerto, caminábamos unos tres kilómetros. Esta caminata matutina, tomados de la mano, nos servía para hablar de nosotros, de la familia, de alguna película o libro y se nos pasaba sin darnos cuenta. Después tomábamos café en casa de mis padres, costumbre que se instauró definitivamente en nuestra vida araureña.
Antes de mudarnos  habíamos hablado de la posibilidad de que ocupará su tiempo en algo, en alguna actividad que le gustará  y se le ocurrió, recordando a la señora de Bilbao que  alquilaba los tebeos, alquilar los libros. Después de instalados se entretenía buscando locales donde pudiera hacer realidad este sueño. Visitamos muchos y por fin descubrió un pequeño local que se ajustaba al presupuesto que habíamos estipulado y que tenía una ubicación privilegiada.
Un mes más tarde después de comprar el mobiliario constituido por bibliotecas,  una mesa ovalada con seis sillas y un pequeño escritorio para el uso exclusivo de Txus y de trasladar parte de nuestra biblioteca inauguramos “El Amigo del Libro”, para Txus este nombre se ajustaba perfectamente al aprecio que sentía  por sus eternos e inseparables compañeros.
Fachada de El Amigo del Libro y Txus atendiendo a los usuarios 
El éxito fue inmediato, al poco tiempo de inaugurado los estudiantes de Acarigua-Araure  iban donde “el señor que sabía todo” a consultar, a hacer tareas, o sencillamente a conversar con él. Pronto se corrió la voz y venían estudiantes de otros pueblos, ya no solo de educación media o primaria, sino estudiantes universitarios, incluso de la ULA.  Los pocos lectores que hay en Acarigua-Araure pronto descubrieron el lugar e iban en las tardes a conversar con Txus, gracias a esto conocimos gente muy interesante, con los que iniciamos una gran amistad e intercambio de cenas aderezadas con buen vino.  Txus se levantaba todos los días muy ilusionado, después de dejar a Nerea, pasear y tomar café se iba a su “negocio” como lo llamaba, atendía a los usuarios con una sonrisa, cerraba al mediodía, buscaba a Nere, almorzábamos juntos, hacia una breve siesta y regresaba nuevamente en la tarde.  El llamarlo “negocio” era un eufemismo, pues nunca brindo beneficio alguno a nivel monetario, pero a nivel personal fue una de las actividades que más satisfacciones le brindo en su vida.
Pronto lo entrevistaron en la TV y en el periódico local y se convirtió en un referente en universidades, colegios y liceos. Años más tarde le hicieron una maravillosa entrevista para el periódico El Nacional, la cual compartiré con ustedes en el siguiente post, donde narra su historia y la historia de “el Amigo del Libro”.
A veces era tal la afluencia de gente que no se sentaba en todo el día. Fue muy feliz en esta época, el que siempre fue un dador y un luchador por los derechos de los demás sentía que estaba realizando una valiosa labor contribuyendo a educar a la gente.
La mudanza a Araure, el lugar donde efectivamente vivíamos, fue una de nuestras mejores decisiones. La tranquilidad que buscábamos la encontramos aquí, la familia había ganado más tiempo de calidad y podíamos compartir diariamente con los abuelos y los demás parientes. Los fines de semana disfrutábamos de la piscina y Nerea paso una adolescencia agradable y segura.

Y el tiempo transcurrió casi sin darnos cuenta estos primeros años, con su rutina agradable, entre libros y con esas conversaciones sabrosas que todas las tardecitas hacíamos los tres en nuestra sala.  Nos entreteníamos en discusiones apasionadas sobre cualquier tópico, algo que todavía añoro y que extrañaré siempre o veíamos películas de buenos directores que muchas veces nos hacían llorar acostados en nuestro cuarto frente al televisor, muchas veces con las lágrimas todavía rodando por nuestras mejillas nos sentamos a hablar de la película y le preguntábamos a Txus sobre algo histórico o teórico que requería explicaciones adicionales y el con su inmenso y profundo conocimiento de todo nos narraba los hechos o nos explicaba las teorías.

Txus fue una pareja y un padre tan maravilloso que cuando Nerea o yo emprendíamos algún proyecto o estudio del que él no tenía información leía ávidamente sobre el tema para discutirlo con nosotras y poder acompañarnos.  Así amplio sus conocimientos sobre educación a distancia cuando yo hice mi maestría y se esforzó en aprender todo sobre la formación del periodista cuando Nerea inicio sus estudios de Comunicación Social.  Aprendió todo sobre los Cocker Spaniel, cuando compramos a Bianca, nuestra perrita durante 13 años.

Bianca, Ruri, Bianqui, Pitxi
La relación de Bianca con nosotros era muy estrecha, era un miembro  más de la familia. Todas las noches salíamos a pasear por la urbanización Txus, Bianca y yo, de hecho todos los vecinos nos conocían como los dueños de Bianca. La recorríamos toda, con la perrita al frente, olfateando y husmeando todo lo que encontraba a su paso, en algunas ocasiones también nos acompañaba nuestra gata Alai (Alegría en euskera) siempre a un nivel superior, caminado sobre los tejados o las rejas de las casa para protegerse de  perros no tan amigables como su compañera. Todas las mañanas cuando Txus salía a comprar el periódico ella se montaba en el carro, en el puesto de copiloto y con su cabecita asomada y revoloteando las orejas los veíamos alejarse o llegar. 
Bianca era su nombre oficial pero también la llamábamos Rura o Ruri, Bianqui, pitxi, en fin nombres a los que respondía indistintamente. Cuando estaba en celo, salíamos a pasear y Txus tomaba un palo o bastón para ahuyentar a todos los perros que nos seguían. La cuidaba como un padre padrone, siempre listo a defender su virtud.
Entre libros, conversaciones, perros, gatos, piscina, abuelos, trasnochos (cuando la niña ya fue adolescente y asistía a las fiestas típicas de esa época) y algún sobresalto, que nos proporcionaba, no nuestra apacible vida sino el país, transcurría una vida plena de buenos y satisfactorios momentos y anécdotas  que atesoraremos para siempre en nuestros recuerdos. Cuando llamaban a Txus desde el país vasco siempre respondía a la pregunta “¿Cómo estáis?” Con un “nosotros muy bien, el país no tanto” 
En esos años la debacle de la democracia venezolana y de su economía vivía su inicio. El chavismo, ese mal mayor que llego al país un nefasto 4 de febrero 1992,  había llegado a la presidencia.
Txus siempre lo asocio con el fascismo y se descomponía frente a la ingenuidad de la gente que como borregos caían seducidos por las palabras del encantador. Si algo lo desquiciaba era hablar con un chavista que no discutía, no entendía argumentos sino que impasible,  como loro, repetía la cantinela dicha desde el hipnotizador de Miraflores. En esa época demostraba su temeridad continuamente, si veía militares o gente vestida de rojo, comentaba en voz alta para que lo escucharan, que eran fascista, “cabrones” (este término nunca desapareció de su vocabulario). El amigo del libro le servía como plataforma para expresar a viva voz sus argumentos contra el chavismo, todo aquel que mostrará simpatías por el régimen tenía que escuchar los razonamientos y demostraciones intachables de Txus de lo peligroso que era el gobierno y como el futuro democrático del país estaba en peligro. Él que siempre había sido una persona tolerante con todo y con todos se volvió visceral frente a lo que asociaba o le recordaba al fascismo de su infancia y el chavismo tenía todos los visos distintivos de un régimen totalitario.  Fue en estos años que el amor que profesaba a esta tierra de gracia, que le abrió sus brazos y a la que entrego su vida, empezó a fracturarse. Se sentía como un amante traicionado, que desconocía a su amorosa amada de años y descubría  una amante resentida, llena de odio, crédula que sin mayor reflexión y análisis se entregaba impúdicamente a un embaucador.  
Escribiendo esto me viene a la mente un hermoso poema de Luis Cernuda que llegó a mí a través de Txus, él amaba a este poeta, amaba  este poema en particular. Hoy, más que nunca,  siento que este poema le pertenece, que fue escrito para el Txus político, para el Txus que amaba a Venezuela y que luchaba por hacerla mejor.
“…  Un día, tú ya libre
De la mentira de ellos,
Me buscarás. Entonces
¿Qué ha de decir un muerto?...”
Y aunque un velo de lágrimas cubre mis ojos en este momento, pienso en que a pesar de que su país de adopción le falló, nosotras,  sus amores privados, no le fallamos y, ahora, nunca le fallaremos.
Pero dejemos de hablar de la situación del país, esta ya ocupó muchas horas de nuestro tiempo y de nuestra vida, no quiero que también ocupe las líneas de este post. Como respondía  Txus, nosotros estábamos bien, felices y contentos. Irremediablemente el tiempo transcurría  y llego la hora de la graduación, de buscar la universidad y de que Nerea abandonará el nido. 
graduación de bachillerato de Nerea 
Antes de concluir y para contextualizar la situación del pais en esta epoca les sugiero que vean este video 
y también pueden descargar el fabuloso libro de El Poder y el delirio para entender mejor el fenómeno del Chavismo. 
el mejor analisis sobre el fenómeno de Chavez 


domingo, 10 de abril de 2016

Entre la felicidad y el sobresalto


diferentes momentos de los años en Caracas
Después de tres años casi idílicos y plenamente consolidados como familia decidimos que había llegado el momento de que Nerea  y  yo saliéramos al mundo.  Había llegado la hora de dejar la seguridad y comodidad del hogar, la niña empezaría el  preescolar y yo saldría a trabajar. Quiero resaltar que en nuestra casa vivíamos en una total y absoluta democracia donde las decisiones siempre se tomaban entre los tres, todo se planteaba, se discutía, se conversaba y después se tomaba la decisión, desde la actividad a realizar el fin de semana, hasta la forma en que íbamos a encarar este cambio en nuestra vida.
Durante el tiempo que pase en la casa y dadas las lecturas sobre educación infantil que leía continuamente decidí canalizar este nuevo interés y estudiar Educación Preescolar a distancia. Chicho y Nerea me llevaban  a presentar los exámenes, ellos aprovechaban estas horas sin mí para pasear, ir a parques  o al cine. Esto lo sacó a relucir por que fue importante en la forma en que se desarrollaron los acontecimientos posteriores.
Cuando corrí la voz de que buscaba trabajo me ofrecieron, gracias a mis estudios (5 semestres) en preescolar y mi licenciatura en sociología, la dirección de un preescolar en la Fundación del Niño. Txus y yo consideramos que esto permitiría una separación gradual entre Nerea y yo. Él que fue un niño traumatizado por rupturas abruptas  quería que la niña transitara por los cambios obligatorios de la vida con el menor trauma posible.  Empecé a trabajar y Txus se quedó la primera semana en la casa  atendiendo a la niña.  Como siempre pensaba en lo mejor para las dos y consideraba conveniente que en mi primera semana de adaptación al trabajo la niña no asistiera conmigo al preescolar.
Un lunes de septiembre Txus nos dejó en el preescolar, pero Nerea, a pesar de habérsele explicado la situación, no entendía por qué su mamá ya no se dedicaba a ella exclusivamente. Fue duro para los tres. Nerea llegaba a la casa con los ojitos hinchados de llorar y Txus desolado la consolaba y le explicaba. Después que Nerea se dormía me consolaba a mí que lloraba pensando que la relación que había construido con mi hija se podía ver afectada por las circunstancias. Pero el dialogo, el respeto por las emociones y las decisiones que se habían instaurado en nuestra vida familiar rindió sus frutos y después de 5 días de lágrimas le brindamos a  Nerea  la posibilidad de elegir, entre permanecer conmigo en el preescolar o asistir a otro preescolar. La niña nos miró seriamente y  nos dijo que lo iba a pensar. El domingo en la tarde regresando en el carro de visitar a su prima, la niña mirando por la ventana nos dijo que había tomado una decisión: “Mami ya lo pensé, me quedo contigo  en el preescolar y no te voy a molestar, te voy a dejar trabajar”.  Txus y yo nos miramos de soslayo y con una sonrisa en el rostro le dijimos que nos parecía la mejor decisión.
Chicho y Nerea con tres años
Txus se sintió siempre orgulloso de la asertividad de Nerea, de como conocía sus derechos y los defendía, pero siempre respetando y considerando a los demás, siempre pensó que si algo habíamos hecho muy bien fue educar a nuestra hija. Cuando la niña se revelaba frente a algo injusto se llenaba de orgullo. Aun muy pequeñita, si le decíamos que dejará de hablar un segundo, nos decía con su media lengua, “la libertad de expresión es uno de mis derechos humanos” o “te obedezco porque eres mi mamá y tengo que obedecerte, pero que conste que no  estoy de acuerdo”. Frente a actuaciones como esta Txus siempre sonreía con satisfacción   Recuerdo como se emocionó una tarde que lo acompañamos a un foro sobre el derecho de los pueblos indígenas, Nerea ya estaba en primer grado, y mientras el papá hablaba y los líderes indígenas narraban su situación, la niña con lágrimas en los ojos, tomaba apuntes.  Al llegar a casa le preguntamos qué había escrito y ella nos leyó una breve y sentida disertación que decía algo así: "No entiendo por qué hay personas que son tratadas mal por ser diferentes, todos somos iguales, todos tenemos derechos…”  Txus se emocionó casi hasta las lágrimas. 
Nunca en toda su vida la regaño o le habló duramente. Solo una vez le hablo seriamente, después que por segunda vez le había roto los lentes o  gafas como él las llamaba, y sus palabras textuales fueron “mi linda tienes que tener más cuidado” Nerea sorprendida lloró un largo rato mientras él la consolaba.
El 27 de febrero de 1989, Txus nos fue a buscar al preescolar como todos los días, el tráfico era insoportable, la ciudad parecía un gran estacionamiento. A unas cuadras de la casa decidimos aparcar el carro y caminar, llevábamos horas en la cola. Txus lo buscó en la noche cuando el tráfico había bajado. Al día siguiente nos vestimos y nos fuimos al preescolar, al salir de la casa no dábamos crédito a lo que veíamos, la ciudad estaba irreconocible, basura en la calle, santamarias rotas y abiertas a la fuerza, en la medida que subíamos por Sarria (zona popular de Caracas) el espectáculo era más y más desolador, no se veía la gente que pulula por Caracas desde tempranas horas de la mañana, solo se veían tanquetas y guardias nacionales. Al llegar al preescolar solo estaba la señora de la limpieza y la ayudante de la cocina. Ellas nos informaron lo que se había vivido en los barrios, saqueos, tiros, desastre, muertos y heridos. Txus, que no se atrevió a dejarnos solas frente a la inminente anormalidad que se estaba viviendo, nos señaló que regresáramos a la casa inmediatamente y después de hacer un cartel informando de la suspensión de actividades nos fuimos a la casa, comprando en el camino la prensa y prendiendo la televisión al entrar a la casa. Anonadados frente a las imágenes de una Venezuela desconocida y con temor a lo que pudiera ocurrir, pasamos un día aciago, sin imaginarnos siquiera que este día marcaría el futuro del país y que la Venezuela querida,  la Venezuela de nuestras referencias  estaba a punto de agonizar.
Después de días de zozobra y escasez, poco a poco se fue retomando a una supuesta  normalidad.


Pasaron los años y el Caracazo fue quedando en un triste recuerdo que enluto a muchas familias venezolanas. Nerea terminó el preescolar, Txus se jubiló del ministerio y yo trabajaba en la sede de la fundación del niño, con el equipo técnico de preescolar. Asistíamos a los museos todos los sábados, donde Nerea recibía clase de pintura en la Galería de Arte Nacional y después retozábamos en el parque Los Caobos o veíamos al extraordinario titiritero "El Zapato Andariego". Llevamos por primera vez a Nerea a un concierto al cumplir los 6 años (edad mínima permitida para entrar) y elegimos para su estreno en el mundo musical  el concierto para violín de Tchaikovsky, melodía que la había acompañado desde que estaba en la barriga y que ella tarareo, para asombro de los compañeros de asiento, desde el inicio hasta el final. Siempre nos dabamos como primer  regalo de navidad ir a ver el Cascanueces en el Teresa Carreño, salíamos a comer, asistíamos a fiestas de cumpleaños, teatro, títeres en fin hacíamos lo que toda familia con niños pequeños hace.
el Museo de Bellas Artes y la Galería de Arte Nacional era nuestra nuestro espacio los sábados  



Después de la jubilación de Txus decidimos hacer un viaje. Mientras Nerea fue pequeña, las vacaciones las pasamos en el país, la playa, la montaña, la casa de los abuelos. Pero ya había llegado el momento de que la familia de Txus conociera a la niña. Txus había viajado casi todos los años por compromisos con Amnistía Internacional, pero Nerea y yo no lo habíamos acompañado.  La familia Dolara quedo encantada con la niña y Nerea se encantó con la familia y con Madrid, aún recuerdo como una mañana caminando al Museo del Prado me dijo: “esta ciudad me encanta y algún día voy a vivir aquí” y con el paso del tiempo este deseo se hizo realidad.
De regreso a Venezuela seguimos con nuestra vida, solo una vez nuestra alegría  se vio opacada. Nerea se enfermó y su pediatra no tenía un diagnóstico claro, resulto ser Brucelosis, extraña enfermedad que adquirió por comer queso de cabra. Antes del diagnóstico vivimos momentos horribles, Txus y yo nos turnábamos en el baño para llorar. Los fantasmas de Txus  de sus terribles perdidas afloraron en este momento, vivió días de angustia. Nosotras éramos lo más importante para él y cualquier cosa que nos pasará o pudiera pasarnos lo sumergía en la ansiedad. Superado este impase todo volvió a la normalidad.
Lugar donde Nerea se contamino de Brucelosis 
En la tarde del 3 de febrero de 1992, Txus se fue a Londres a una reunión de un comité de Amnistía Internacional  del cual era miembro. Esa noche, mientras dormíamos profundamente en mi cuarto,  me despertó el teléfono, asustada corrí a atenderlo, pensando en una mala noticia, me llamaba una amiga para decirme que había un golpe de estado, prendí la televisión y vi el desarrollo de los acontecimientos en vivo y directo, primero la tanqueta tratando de romper el portón de entrada de Miraflores, después al Ministro Peñalver, casi llorando, explicar al país lo que estaba pasando, posteriormente al Ministro de defensa Ochoa Antich, con su uniforme y condecoraciones, diciendo al país que los militares eran constitucionalista y que no apoyarían este golpe de estado, por ultimo al presidente Carlos Andrés Pérez diciendo que el golpe había sido controlado y que llamaba a no salir a la calle y a mantener la calma y la fatídicos 5 minutos de fama, con el famoso "por Ahora", que catapulto a Chavez al poder, Mientras iban pasando todas estas cosas el teléfono no paraba de sonar, todos me llamaban preocupados porque sabían que Txus no estaba y yo preocupadisima por la reacción que tendría Txus al bajarse del avión y enterarse de la noticia. Me pasaron mil ideas por mi mente desde que no lo dejarían regresar, hasta irme a cualquier embajada con Nerea y pedir asilo, en fin cualquier idea de las que te asaltan cuando sientes que tu mundo empieza a derrumbarse. En la mañana Nerea se levantó y fue a la sala me encontró sentada frente al televisor, Me pregunto ¿mami, no vamos a ir al colegio? Y yo le dije no cariño, acaban de darle un golpe al presidente. Ella no entendía que un simple golpe o puñetazo fuera tan grave como para no tener clases, ni trabajo. A media mañana ya habíamos hablado con Txus y lo habíamos tranquilizado, le dije que fuera a su reunión, que todo estaba controlado y que todo el mundo me había llamado para brindarme su apoyo. El decidió hacerme caso a regañadientes. En la tele anunciaron que iba a salir una edición especial del Diario de Caracas con todas las incidencias del golpe de estado, sabiendo lo importante que era para Txus contar con esta memoria impresa le dije a Nerea: ”voy a salir a comprarle el periódico al Chicho, quédate aquí tranquilita, que yo voy y vengo rápido”  Ella mirándome con su carita ingenua me dijo: “yo voy contigo mami, si nos morimos, nos morimos juntas”, nos vestimos y salimos tomadas de la mano y corriendo a comprar la prensa.

Pasamos días duros, llenos de incertidumbres y rumores, cuando Txus regresó las cosas se habían calmado un poco, pero desde ese momento ambos estábamos conscientes de la fragilidad de la democracia y de las instituciones en Venezuela. Lo que más nos asombraba a ambos y que hablábamos con amigos y conocidos era las simpatías que dentro del país había tenido esta intentona de tomar el poder por la fuerza. Txus no se explicaba y nunca se explicó como una gran parte de la población del país se sintió fascinada por un militar que para él representaba el fascismo y el volver al viejo caudillismo que tanto daño había hecho y que creía superado. Era incomprensible que la gente pusiera sus esperanzas en un hombre que quería tomar el poder a la fuerza y  abandonar los 40 años de democracia que tanto nos había costado lograr. Mucho se habló en la casa de ese misterioso encantamiento que produjo el golpista en la población, no nos explicábamos como lo que nos producía aversión y un total y profundo rechazo llegaba a fascinar hasta amigos cercanos. Este desacuerdo encerraba diferencias profundas de valores y principios y poco a poco nos sentimos como escindidos, ajenos a un país que resultaba un perfecto desconocido. Pero con los meses las cosas se fueron calmando y retomamos nuevamente  la rutina, pero no por mucho tiempo.
El 27 de noviembre me levante a la hora de costumbre a preparar el desayuno y el almuerzo para Nerea y de repente empecé a oír gritos de “Viva Chávez”, me asome al balcón, apenas la luz del alba asomaba en el cielo caraqueño. Cada vez más voces se sumaban al mismo grito. Inmediatamente prendí la televisión y vi a dos tipos hablando de la revolución y llamando a la gente a salir a la calle con lo que tuvieran a su alcance, piedras, palos lo que fuera, fui al cuarto y desperté a Txus, se levantó tambaleante por el impacto y se sentó libido a ver la televisión. Contemplaba las imágenes y oía esos discursos altisonantes,  mudo y con una profunda tristeza. Nerea se había despertado y ya estaba con nosotros en la sala. De repente empezamos a oír el ruido de los aviones que sobrevolaban Caracas, las copas titilaban y los ventanales trepidaban de tal forma que parecía que se venían abajo. Txus estaba pálido, siempre imagine que las imágenes del bombardeo vinieron a su mente y que en segundos revivió todo su horrible pasado, al ver su cara, tome su mano y le dije bajito “tienes que calmarte, estas asustando a la niña”, solo esas palabras bastaron para sacarlo del trance y haciendo esfuerzos trato de aparentar normalidad. El día siguió entre el repicar del teléfono, el sonido de los aviones y ráfagas o disparos aislados que se escuchaban en la lejanía. Cuando ya estuvo abortado el segundo intento de golpe de estado nos sentimos aliviados pero en ese momento empezamos a pensar que Caracas ya no era un lugar tranquilo para vivir.

La idea de mudarnos al interior ya la habíamos pensado. De lunes a viernes solo nos veíamos al despertarnos y en la tarde cuando Txus  buscaba a Nerea y yo llegaba del trabajo. La niña estaba creciendo, queríamos tener una vida familiar más plena, no solo de fin de semana y vacaciones. Queríamos que Nerea disfrutara de la familia amplia y queríamos tener una casa con jardín y un perro. Estos deseos unidos a lo que habíamos vivido en Caracas en los últimos años fueron determinantes para que en las próximas vacaciones empezáramos a ver casas en Acarigua donde vivían mis padres y así fue como en octubre de 1994 con un camión de mudanza lleno de libros nos mudamos a lo que Txus consideró siempre su hogar. Muchas veces me dijo que hasta que nos tuvo a nosotras había ocupado solo viviendas, casas y que si bien en Sans Souci  había empezado a sentir seguridad y calma, solo en nuestro hogar de Acarigua había sentido esa sensación de nido cálido, acogedor que lo protegía de todo y lo mantenía a salvo de cualquier amenaza.





jueves, 7 de abril de 2016

El arrullo de la felicidad


El 25 de enero de 1984, a las 11:35 pm,  nació en Caracas nuestra niña. En la espera acompañaban a Txus mi mamá y su mejor amigo. Mi mamá me comentaba conmovida como al verla por primera Txus lloraba emocionado y como miraba extasiado ese pequeño y perfecto ser humano que  era su hija.  
El nacimiento de Nerea conmocionó nuestra vida. Solo mirarla, ver su carita, sus pequeñas manos perfectas, sus pies… pasábamos horas contemplándola,  tumbados en la cama con la niña entre nosotros, viéndola extasiados.
Txus fue  un padre extraordinario.  Desde el primer día asumió su paternidad con auténtica vocación, era como si hubiera nacido para cuidar y proteger esa pequeña criatura. Cambiaba los pañales, cargaba a la niña, la consolaba,  la arrullaba, le tarareaba, la paseaba y siempre hablándole con una voz queda, despacito, diciéndole lo maravillosa que era, lo feliz que nos hacía que fuera nuestra hija, le inventaba cuentos, le contaba nuestro día a día.  Le hablaba de nosotros de lo que haríamos juntos… soliloquios continuos que pronto se convirtieron en el arrullo de nuestra casa. No importaba la hora si la niña lloraba se levantaba solícito, y con esa paciencia infinita que siempre lo caracterizó, la paseaba  hablándole hasta que por arte de magia la niña se calmaba.
Chicho y Nerea descansando
Esa compenetración entre él y su hija fue siempre así. A lo largo de su infancia, en las noches que asaltaban por sorpresa el  miedo o los malos sueños, se oía la voz de Nerea que llamaba “Chicho” y él presuroso iba a su cuarto, la cargaba y le hablaba, siempre sonriente y siempre mirándola con ese amor infinito que le profesaba.  Cuando esto no lograba calmar el miedo se venían a la cama. Ahí, abrazada por mí, apretando la  mano de su papá, que ya había empezado a contar una de sus maravillosas historias se quedaba dormida.
Antes de nacer la niña habíamos  tomado la decisión de que yo la cuidaría, que me quedaría en la casa al menos los primeros años y así lo hicimos. Todas las tardes montaba a Nerea en el cochecito y nos enfilábamos, paseando por el Boulevard de Sabana Grande, hasta la estación del metro de la Plaza Venezuela, ahí esperábamos a Txus  regresábamos a la casa, donde juntos bañábamos a la niña, después de darle de comer, Txus la llevaba a nuestro cuarto y le leía cuentos, a veces, cuando no escuchaba su voz, iba despacito y los encontraba profundamente dormidos.
Los fines de semana, para que yo descansará del cuidado de la niña, la sacaba a pasear o a un parque. Él siempre fue empático y esa capacidad para  ponerse en el lugar del otro fue lo que lo hacía un luchador incansable por los derechos de los demás. Y por los Derechos de los demás seguía luchando desde la sala de nuestra casa, donde una vez a la semana asistían los miembros del grupo de Amnistía Internacional a continuar su trabajo. Txus comentaba que Nerea era el miembro más joven a nivel mundial pues  asistía regularmente a todas las reuniones.
Una cosa que amaba era despertarse con los sonidos, gorgoritos  y modulaciones de Nerea que desde su cuarto nos avisaba con insistencia que ya se había despertado. Abríamos los ojos y nos mirábamos con una sonrisa, me recostaba en su pecho y nos deleitábamos con los acordes in crescendo que salían del cuarto de al lado, cuando aumentaba considerablemente el volumen era señal de que había que ir a buscarla, siempre al llegar al cuarto  la saludamos con una sonrisa y unos buenos días y ella nos recibía  moviendo sus bracitos y piernas y mirándonos con sus ojitos alegres. La cargábamos y pasábamos un largo rato los tres en la cama, jugando. Aun en los días de trabajo esta rutina era obligatoria. Los fines de semana, me levantaba a preparar el desayuno y los dejaba solos para que disfrutaran el uno del otro, yo escuchaba desde la cocina los soliloquios de Txus y las risas y gorjeos de la niña. Después con mi canción del fin de semana llegaba con el desayuno, cuando Nerea empezó a caminar la llamaba para ir las dos a llevarle el desayuno al Chicho. Nerea nunca lo llamo de otra forma, para ella era el Chicho y a Txus le encantaba que sus dos amores lo llamaran de esa forma peculiar.
Nerea y Txus 
Después de desayunar poníamos música y leíamos el periódico en la cama y Nere se acostaba o sentaba entre nosotros con alguno de los cuentos que le había comprado el papá. Tenía cuentos hasta para bañarse, cuentos acolchados y plásticos que se llevaba a la boca o sumergía en la bañera, y así los tres leyendo o mirando las imágenes pasábamos un largo rato.
Después nos íbamos a un parque o a cualquier lugar donde hicieran alguna actividad infantil. La Caracas de esa época era esplendida en lugares donde llevar a los niños, había títeres, conciertos, teatro infantil…  Uno de los parques que más nos gustaba era el parque Caricuao y sus animales. La cara de la niña al ver los monos, los flamencos, los pavos reales deambulando cerca de ella era un espectáculo y Txus hablándole de cada animal también.
Diferente momentos de Nerea y Chicho
En el carro siempre cantábamos. Cantaba yo a todo gañote y posteriormente Nerea y yo. Txus que como ya dije tenía una voz horrible solo nos deleitaba con una canción que le pedíamos siempre “Ya se murió el burro,que cargaba la vinagre…” y le salía bastante bien.
En la casa mientras esperábamos que Txus llegará del trabajo Nere y yo establecimos una rutina imperturbable. Después  de despedirlo con un beso en la puerta y decirle adiós desde la ventana del cuarto. Nerea se acostaba o sentaba a jugar, después  hacia una breve siesta, al despertarse salíamos las dos a pasear por el Boulevard y a comprar en el  Central Madeirence. Regresábamos y preparaba el almuerzo, desde siempre Nerea me acompañaba y mientras lo preparaba hablaba con ella, le explicaba lo que hacía y le nombraba todas las cosas. Mucho antes del año Nerea tenía un vocabulario muy amplio para su edad, creo que el tener unos padres habladores la ayudo a consolidar su vocabulario. Todo se le explicaba, todo se le preguntaba y mucho antes de cumplir el año dejaba boquiabiertas a las señoras que estaban haciendo sus compras al responder con precisión a mi pregunta ¿Qué quieres comer? Y me señalaba con su media lengua el listado de alimentos. Tendría unos 7 o 8 meses cuando su papá fue de viaje a un congreso de AI y fuimos al aeropuerto a despedirlo. Cuando la gente le preguntaba Nerea ¿Dónde está tu papa?  Ella respondía “avión, rrrrrrrrrrrrrrr y levantando su manita decía Chao, chao” todo el mundo se quedaba admirado y por supuesto Txus orgulloso no cabía dentro de él. Pero volvamos a la rutina después de comer y hacer una siesta más larga, se levantaba y se sentaba a la mesa a hacer “actividades”. Txus le había traído unos libros de preescolar y ella quería trabajar, hojearlos o dibujar todas las tardes, después nos vestíamos y salíamos a buscar a Txus hasta la estación de la plaza Venezuela.
En esta rutina transcurrieron los primeros tres años de la vida como familia. En la medida que Nerea iba creciendo las actividades con su papá se hacían más sofisticadas, salían a pasear solos, al cine, al teatro o alguna librería  y llegaban contándome en detalle lo que  habían hecho o lo que habían visto, o mostrándome entusiasmados el nuevo libro.  Todas las tardes se sentaban a ver y comentar He-man, Thoundercats y los Picapiedras y después,  mientras yo preparaba la cena, jugaban  con los muñecos de He-man (Nerea los tenía casi todos) armaban auténticas batallas y luchas en nuestra cama. Después de cenar todos juntos (Nerea desde que nació nos acompañaba a la mesa, primero en el cochecito y después en una sillita alta de bebe) y tener una sobre mesa larga nos preparábamos para dormir. Txus y Nerea se iban con algún cuento a nuestro cuarto, y Txus le leía hasta que caía rendida, la cargaba y llevaba a su cuarto. Así día tras día, año tras año. Hasta que llegó el momento de ir al preescolar.
He-Man
Thundercats
Esos primeros tres años de la vida familiar y en general todo el tiempo que vivimos en Sans Souci eran considerados por Txus momentos entrañables y totalmente dichosos. Momentos de alegría, momentos en que la felicidad se acurraba a nuestro lado, en nuestra cama y se dejaba dormir con el arrullo de nuestras conversaciones o el relato nocturno del cuento preferido y la dicha era tan palpable que cuando le preguntaban a Nerea si quería un hermanito ella respondía  mirándonos a los dos “No, somos felices los tres”.  Fueron años lúdicos, hedonistas, años en que Txus, de la mano de su hija,  recuperó  su infancia robada.