domingo, 10 de abril de 2016

Entre la felicidad y el sobresalto


diferentes momentos de los años en Caracas
Después de tres años casi idílicos y plenamente consolidados como familia decidimos que había llegado el momento de que Nerea  y  yo saliéramos al mundo.  Había llegado la hora de dejar la seguridad y comodidad del hogar, la niña empezaría el  preescolar y yo saldría a trabajar. Quiero resaltar que en nuestra casa vivíamos en una total y absoluta democracia donde las decisiones siempre se tomaban entre los tres, todo se planteaba, se discutía, se conversaba y después se tomaba la decisión, desde la actividad a realizar el fin de semana, hasta la forma en que íbamos a encarar este cambio en nuestra vida.
Durante el tiempo que pase en la casa y dadas las lecturas sobre educación infantil que leía continuamente decidí canalizar este nuevo interés y estudiar Educación Preescolar a distancia. Chicho y Nerea me llevaban  a presentar los exámenes, ellos aprovechaban estas horas sin mí para pasear, ir a parques  o al cine. Esto lo sacó a relucir por que fue importante en la forma en que se desarrollaron los acontecimientos posteriores.
Cuando corrí la voz de que buscaba trabajo me ofrecieron, gracias a mis estudios (5 semestres) en preescolar y mi licenciatura en sociología, la dirección de un preescolar en la Fundación del Niño. Txus y yo consideramos que esto permitiría una separación gradual entre Nerea y yo. Él que fue un niño traumatizado por rupturas abruptas  quería que la niña transitara por los cambios obligatorios de la vida con el menor trauma posible.  Empecé a trabajar y Txus se quedó la primera semana en la casa  atendiendo a la niña.  Como siempre pensaba en lo mejor para las dos y consideraba conveniente que en mi primera semana de adaptación al trabajo la niña no asistiera conmigo al preescolar.
Un lunes de septiembre Txus nos dejó en el preescolar, pero Nerea, a pesar de habérsele explicado la situación, no entendía por qué su mamá ya no se dedicaba a ella exclusivamente. Fue duro para los tres. Nerea llegaba a la casa con los ojitos hinchados de llorar y Txus desolado la consolaba y le explicaba. Después que Nerea se dormía me consolaba a mí que lloraba pensando que la relación que había construido con mi hija se podía ver afectada por las circunstancias. Pero el dialogo, el respeto por las emociones y las decisiones que se habían instaurado en nuestra vida familiar rindió sus frutos y después de 5 días de lágrimas le brindamos a  Nerea  la posibilidad de elegir, entre permanecer conmigo en el preescolar o asistir a otro preescolar. La niña nos miró seriamente y  nos dijo que lo iba a pensar. El domingo en la tarde regresando en el carro de visitar a su prima, la niña mirando por la ventana nos dijo que había tomado una decisión: “Mami ya lo pensé, me quedo contigo  en el preescolar y no te voy a molestar, te voy a dejar trabajar”.  Txus y yo nos miramos de soslayo y con una sonrisa en el rostro le dijimos que nos parecía la mejor decisión.
Chicho y Nerea con tres años
Txus se sintió siempre orgulloso de la asertividad de Nerea, de como conocía sus derechos y los defendía, pero siempre respetando y considerando a los demás, siempre pensó que si algo habíamos hecho muy bien fue educar a nuestra hija. Cuando la niña se revelaba frente a algo injusto se llenaba de orgullo. Aun muy pequeñita, si le decíamos que dejará de hablar un segundo, nos decía con su media lengua, “la libertad de expresión es uno de mis derechos humanos” o “te obedezco porque eres mi mamá y tengo que obedecerte, pero que conste que no  estoy de acuerdo”. Frente a actuaciones como esta Txus siempre sonreía con satisfacción   Recuerdo como se emocionó una tarde que lo acompañamos a un foro sobre el derecho de los pueblos indígenas, Nerea ya estaba en primer grado, y mientras el papá hablaba y los líderes indígenas narraban su situación, la niña con lágrimas en los ojos, tomaba apuntes.  Al llegar a casa le preguntamos qué había escrito y ella nos leyó una breve y sentida disertación que decía algo así: "No entiendo por qué hay personas que son tratadas mal por ser diferentes, todos somos iguales, todos tenemos derechos…”  Txus se emocionó casi hasta las lágrimas. 
Nunca en toda su vida la regaño o le habló duramente. Solo una vez le hablo seriamente, después que por segunda vez le había roto los lentes o  gafas como él las llamaba, y sus palabras textuales fueron “mi linda tienes que tener más cuidado” Nerea sorprendida lloró un largo rato mientras él la consolaba.
El 27 de febrero de 1989, Txus nos fue a buscar al preescolar como todos los días, el tráfico era insoportable, la ciudad parecía un gran estacionamiento. A unas cuadras de la casa decidimos aparcar el carro y caminar, llevábamos horas en la cola. Txus lo buscó en la noche cuando el tráfico había bajado. Al día siguiente nos vestimos y nos fuimos al preescolar, al salir de la casa no dábamos crédito a lo que veíamos, la ciudad estaba irreconocible, basura en la calle, santamarias rotas y abiertas a la fuerza, en la medida que subíamos por Sarria (zona popular de Caracas) el espectáculo era más y más desolador, no se veía la gente que pulula por Caracas desde tempranas horas de la mañana, solo se veían tanquetas y guardias nacionales. Al llegar al preescolar solo estaba la señora de la limpieza y la ayudante de la cocina. Ellas nos informaron lo que se había vivido en los barrios, saqueos, tiros, desastre, muertos y heridos. Txus, que no se atrevió a dejarnos solas frente a la inminente anormalidad que se estaba viviendo, nos señaló que regresáramos a la casa inmediatamente y después de hacer un cartel informando de la suspensión de actividades nos fuimos a la casa, comprando en el camino la prensa y prendiendo la televisión al entrar a la casa. Anonadados frente a las imágenes de una Venezuela desconocida y con temor a lo que pudiera ocurrir, pasamos un día aciago, sin imaginarnos siquiera que este día marcaría el futuro del país y que la Venezuela querida,  la Venezuela de nuestras referencias  estaba a punto de agonizar.
Después de días de zozobra y escasez, poco a poco se fue retomando a una supuesta  normalidad.


Pasaron los años y el Caracazo fue quedando en un triste recuerdo que enluto a muchas familias venezolanas. Nerea terminó el preescolar, Txus se jubiló del ministerio y yo trabajaba en la sede de la fundación del niño, con el equipo técnico de preescolar. Asistíamos a los museos todos los sábados, donde Nerea recibía clase de pintura en la Galería de Arte Nacional y después retozábamos en el parque Los Caobos o veíamos al extraordinario titiritero "El Zapato Andariego". Llevamos por primera vez a Nerea a un concierto al cumplir los 6 años (edad mínima permitida para entrar) y elegimos para su estreno en el mundo musical  el concierto para violín de Tchaikovsky, melodía que la había acompañado desde que estaba en la barriga y que ella tarareo, para asombro de los compañeros de asiento, desde el inicio hasta el final. Siempre nos dabamos como primer  regalo de navidad ir a ver el Cascanueces en el Teresa Carreño, salíamos a comer, asistíamos a fiestas de cumpleaños, teatro, títeres en fin hacíamos lo que toda familia con niños pequeños hace.
el Museo de Bellas Artes y la Galería de Arte Nacional era nuestra nuestro espacio los sábados  



Después de la jubilación de Txus decidimos hacer un viaje. Mientras Nerea fue pequeña, las vacaciones las pasamos en el país, la playa, la montaña, la casa de los abuelos. Pero ya había llegado el momento de que la familia de Txus conociera a la niña. Txus había viajado casi todos los años por compromisos con Amnistía Internacional, pero Nerea y yo no lo habíamos acompañado.  La familia Dolara quedo encantada con la niña y Nerea se encantó con la familia y con Madrid, aún recuerdo como una mañana caminando al Museo del Prado me dijo: “esta ciudad me encanta y algún día voy a vivir aquí” y con el paso del tiempo este deseo se hizo realidad.
De regreso a Venezuela seguimos con nuestra vida, solo una vez nuestra alegría  se vio opacada. Nerea se enfermó y su pediatra no tenía un diagnóstico claro, resulto ser Brucelosis, extraña enfermedad que adquirió por comer queso de cabra. Antes del diagnóstico vivimos momentos horribles, Txus y yo nos turnábamos en el baño para llorar. Los fantasmas de Txus  de sus terribles perdidas afloraron en este momento, vivió días de angustia. Nosotras éramos lo más importante para él y cualquier cosa que nos pasará o pudiera pasarnos lo sumergía en la ansiedad. Superado este impase todo volvió a la normalidad.
Lugar donde Nerea se contamino de Brucelosis 
En la tarde del 3 de febrero de 1992, Txus se fue a Londres a una reunión de un comité de Amnistía Internacional  del cual era miembro. Esa noche, mientras dormíamos profundamente en mi cuarto,  me despertó el teléfono, asustada corrí a atenderlo, pensando en una mala noticia, me llamaba una amiga para decirme que había un golpe de estado, prendí la televisión y vi el desarrollo de los acontecimientos en vivo y directo, primero la tanqueta tratando de romper el portón de entrada de Miraflores, después al Ministro Peñalver, casi llorando, explicar al país lo que estaba pasando, posteriormente al Ministro de defensa Ochoa Antich, con su uniforme y condecoraciones, diciendo al país que los militares eran constitucionalista y que no apoyarían este golpe de estado, por ultimo al presidente Carlos Andrés Pérez diciendo que el golpe había sido controlado y que llamaba a no salir a la calle y a mantener la calma y la fatídicos 5 minutos de fama, con el famoso "por Ahora", que catapulto a Chavez al poder, Mientras iban pasando todas estas cosas el teléfono no paraba de sonar, todos me llamaban preocupados porque sabían que Txus no estaba y yo preocupadisima por la reacción que tendría Txus al bajarse del avión y enterarse de la noticia. Me pasaron mil ideas por mi mente desde que no lo dejarían regresar, hasta irme a cualquier embajada con Nerea y pedir asilo, en fin cualquier idea de las que te asaltan cuando sientes que tu mundo empieza a derrumbarse. En la mañana Nerea se levantó y fue a la sala me encontró sentada frente al televisor, Me pregunto ¿mami, no vamos a ir al colegio? Y yo le dije no cariño, acaban de darle un golpe al presidente. Ella no entendía que un simple golpe o puñetazo fuera tan grave como para no tener clases, ni trabajo. A media mañana ya habíamos hablado con Txus y lo habíamos tranquilizado, le dije que fuera a su reunión, que todo estaba controlado y que todo el mundo me había llamado para brindarme su apoyo. El decidió hacerme caso a regañadientes. En la tele anunciaron que iba a salir una edición especial del Diario de Caracas con todas las incidencias del golpe de estado, sabiendo lo importante que era para Txus contar con esta memoria impresa le dije a Nerea: ”voy a salir a comprarle el periódico al Chicho, quédate aquí tranquilita, que yo voy y vengo rápido”  Ella mirándome con su carita ingenua me dijo: “yo voy contigo mami, si nos morimos, nos morimos juntas”, nos vestimos y salimos tomadas de la mano y corriendo a comprar la prensa.

Pasamos días duros, llenos de incertidumbres y rumores, cuando Txus regresó las cosas se habían calmado un poco, pero desde ese momento ambos estábamos conscientes de la fragilidad de la democracia y de las instituciones en Venezuela. Lo que más nos asombraba a ambos y que hablábamos con amigos y conocidos era las simpatías que dentro del país había tenido esta intentona de tomar el poder por la fuerza. Txus no se explicaba y nunca se explicó como una gran parte de la población del país se sintió fascinada por un militar que para él representaba el fascismo y el volver al viejo caudillismo que tanto daño había hecho y que creía superado. Era incomprensible que la gente pusiera sus esperanzas en un hombre que quería tomar el poder a la fuerza y  abandonar los 40 años de democracia que tanto nos había costado lograr. Mucho se habló en la casa de ese misterioso encantamiento que produjo el golpista en la población, no nos explicábamos como lo que nos producía aversión y un total y profundo rechazo llegaba a fascinar hasta amigos cercanos. Este desacuerdo encerraba diferencias profundas de valores y principios y poco a poco nos sentimos como escindidos, ajenos a un país que resultaba un perfecto desconocido. Pero con los meses las cosas se fueron calmando y retomamos nuevamente  la rutina, pero no por mucho tiempo.
El 27 de noviembre me levante a la hora de costumbre a preparar el desayuno y el almuerzo para Nerea y de repente empecé a oír gritos de “Viva Chávez”, me asome al balcón, apenas la luz del alba asomaba en el cielo caraqueño. Cada vez más voces se sumaban al mismo grito. Inmediatamente prendí la televisión y vi a dos tipos hablando de la revolución y llamando a la gente a salir a la calle con lo que tuvieran a su alcance, piedras, palos lo que fuera, fui al cuarto y desperté a Txus, se levantó tambaleante por el impacto y se sentó libido a ver la televisión. Contemplaba las imágenes y oía esos discursos altisonantes,  mudo y con una profunda tristeza. Nerea se había despertado y ya estaba con nosotros en la sala. De repente empezamos a oír el ruido de los aviones que sobrevolaban Caracas, las copas titilaban y los ventanales trepidaban de tal forma que parecía que se venían abajo. Txus estaba pálido, siempre imagine que las imágenes del bombardeo vinieron a su mente y que en segundos revivió todo su horrible pasado, al ver su cara, tome su mano y le dije bajito “tienes que calmarte, estas asustando a la niña”, solo esas palabras bastaron para sacarlo del trance y haciendo esfuerzos trato de aparentar normalidad. El día siguió entre el repicar del teléfono, el sonido de los aviones y ráfagas o disparos aislados que se escuchaban en la lejanía. Cuando ya estuvo abortado el segundo intento de golpe de estado nos sentimos aliviados pero en ese momento empezamos a pensar que Caracas ya no era un lugar tranquilo para vivir.

La idea de mudarnos al interior ya la habíamos pensado. De lunes a viernes solo nos veíamos al despertarnos y en la tarde cuando Txus  buscaba a Nerea y yo llegaba del trabajo. La niña estaba creciendo, queríamos tener una vida familiar más plena, no solo de fin de semana y vacaciones. Queríamos que Nerea disfrutara de la familia amplia y queríamos tener una casa con jardín y un perro. Estos deseos unidos a lo que habíamos vivido en Caracas en los últimos años fueron determinantes para que en las próximas vacaciones empezáramos a ver casas en Acarigua donde vivían mis padres y así fue como en octubre de 1994 con un camión de mudanza lleno de libros nos mudamos a lo que Txus consideró siempre su hogar. Muchas veces me dijo que hasta que nos tuvo a nosotras había ocupado solo viviendas, casas y que si bien en Sans Souci  había empezado a sentir seguridad y calma, solo en nuestro hogar de Acarigua había sentido esa sensación de nido cálido, acogedor que lo protegía de todo y lo mantenía a salvo de cualquier amenaza.





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