sábado, 27 de febrero de 2016

Los primeros años en Portugalete.

Cuando Txus llegó a la estación de Bilbao, vio que Emilia lo estaba esperando y su corazón se llenó de alegría, pensó que por fin se iría a su casa, con su familia. Pero después de los consabidos abrazos y besos. Emilia tomo al niño de la mano y se encaminaron a Portugalete, población ubicada a 18 kilómetros de Bilbao. Al llegar a Portugalete caminaron hasta el Palacete del Salto, ese hermoso edificio que se divisa sobre la colina en la foto. “El Salto” fue donado en 1937 por la condesa de Rodas a la Obra Nacional de Auxilio Social   para crear una residencia para jóvenes que se llamó, formalmente, “Hogar Evaristo de Churruca y Zubiria” pero llamado, por los jóvenes que allí vivieron, el “manicomio” 

Emilia se despidió y lo dejo en ese lugar desconocido. Lo guiaron hasta un salón donde había un grupo de 30 niños aproximadamente, todos con caritas asustadas, algunos llorando y entre ellos distinguió a Zaratxu. Este hogar de auxilio social, fue inaugurado por estos 30 niños, después con el pasar del tiempo llegarían casi a los 200. Pero los 30 niños originales crearon lazos, tan fuertes,  de solidaridad, afecto y amistad, que se constituyeron en una única y autentica familia.  
Estos niños convivieron en una situación adversa y represiva durante muchos años y lo único que los ayudó a soportarlo fue la solidaridad entre ellos. Se apoyaban, se ayudaban, se protegían y por encima de todo se querían entrañablemente. Una historia con un denominador común los unía, habían quedado solos, sus familias se habían desintegrado con la guerra. Cada vez que Txus nos narraba sus hazañas o las de sus compañeros de encierro lo hacía con afecto, con admiración, con verdadero orgullo familiar.
El "Colegio"

Los primeros tiempos fueron duros para todos, había un niño que había visto fusilar a sus padres y que atesoraba debajo de su colchón un bocadillo de chorizo, envuelto en una servilleta grasienta y sucia y que cada noche a escondidas, tomaba un pedacito, cerraba los ojos y lo comía, era como si con ese pedacito de pan recuperará lo perdido. Algunos niños que se hacían pipí en la cama eran paseados por el pueblo con el colchón a la espalda y con un humillante cartel al frente que decía. “Soy un meon”.  Txus  contaba que alguna vez que se hizo pipi, salía sigiloso de la habitación, para no despertar a nadie, iba al baño y lavaba la sabana, después durante horas la sacudía hasta que estuviera seca, muchas veces cuando la tendía en su cama era la hora de levantarse. Pero orgulloso señalaba que nunca lo descubrieron. Uno de los momentos gratos que atesoraba era la primera navidad, cuando damas de la sociedad de Vizcaya los obsequiaron con regalos maravillosos para todos y chucherías que endulzaron por un momento su vida. A Txus le dieron un Mecano con el que construyó y creó muchas cosas.  Si bien los juguetes eran compartidos en el salón de juegos, todos reconocían a Txus como el auténtico propietario del Juego.
Siempre me conmovió, cuando contaba, con lágrimas en los ojos,  como durante un largo tiempo espero la visita de algún miembro de la familia. Todos los domingos los parientes visitaban a los niños. Durante mucho tiempo se sentó en la escalera esperando ver una cara familiar, pero fue en vano. Espero, espero hasta que ya dejo de esperar, Solo su hermano Juan, uno o dos años después, al salir de la cárcel lo fue a visitar, pienso que debido a esto se consolidó el vínculo entrañable que los unió durante toda la vida.
Nunca entendí, ni entiendo aún, el desapego de su familia. Txus siempre los justificó, alegando que lo pusieron ahí para garantizarle la comida, escasa durante la guerra y postguerra, y la educación, que sus hermanos estaban presos y que sus hermanas luchaban por sobrevivir. A pesar de que esta indiferencia lo afectó, nunca pidió, ni le dieron explicaciones.
En los primeros años este Hogar de Auxilio Social era visitado como el modelo a seguir, en la batalla ideológica que libró el régimen franquista contra los vencido. En una reseña de la época del diario ABC se lee:
Pese, a las duras circunstancia, a las historias personales que arrastraban y al régimen militar falangista que regía a la institución, los niños terminaron por adaptarse a la rutina y a la vida del colegio. El lugar era hermoso, las habitaciones confortables, la comida completa y saludable, combinaban las clases con el deporte, se dormían arrullados por el sonido del mar y lo más importante se tenían los unos a los otros. 

Un hogar de auxilio social

Se hacia mucho énfasis en el deporte 

viernes, 26 de febrero de 2016

Meses sucesivos

 
Tomada  Vizcaya por los nacionales. los sobrevivientes se trasladaron por una corta temporada a Artzentales, digo corta,  porque la cantidad de cosas que el pequeño Txus pasó en este periodo fueron muchas y porque él solo sabía que antes de cumplir los 10 años había ingresado al “manicomio, pero no me quiero adelantar, este lugar, probablemente, requerirá de varias entradas en este Blog.
En Artzentales, el tío Sopas, dadas sus simpatías con los nacionales se había convertido en el Alcalde del pueblo y el Primo Pepín, con apenas 14 o 13 años,  en su lugarteniente.  se regodeaban en las fechorías típicas de quien tiene el poder y humilla a los vencidos, con el beneplácito y apoyo de todos aquellos que apoyaron a los nacionales.  Rapar y dar aceite de ricino a las mujeres de los rojos, detener arbitrariamente, burlarse públicamente, en fin, todo los comportamientos execrables que uno pueda imaginarse.   Txus me contaba que  los acompañaba en algunas ocasiones y que se sentía orgulloso de ir con su tío en el carro sentado al lado de Pepín, a quien el tío había dado una Thompson para que lo protegiera.
De este extraño y corto periodo, Txus recordaba con una alegría hilarante, su última  hazaña como “el Bicho” un día fue al  corral de un vecino del pueblo y liberó a todos los cochinos, los llevo por todo el pueblo, subió las escaleras del ayuntamiento y llegaron a la oficina del tío.  La Sra. que les narré en el segundo post todavía se acordaba. Cada vez que fuimos al pueblo subíamos las escaleras del ayuntamiento mientras me narraba por enésima vez su gran hazaña.
El tío Sopas, fue durante el franquismo el alcalde del pueblo en muchas ocasiones.  alternándose con otras figuras franquista del pueblo. . Pero esto y su comportamiento  le ganó cierta  aversión de los Dolara Larrauri y de casi todo el pueblo. Al morir Franco se mudó del pueblo y murió mayor, desairado y,  para satisfacción de muchos, con hijas que simpatizaban con los nacionalistas vascos o con la izquierda.
No sé si los cochinos tuvieron algo que ver, pero la familia se trasladó nuevamente a Bilbao, al gran apartamento de la  calle Autonomía. Emilia se encargó de todos, pues los hermanos mayores estaban presos y su hermana mayor vivía en San Sebastián.  Dada la penuria y el hambre se vio en la necesidad de entregar  a los más pequeños al orfanato.  Txus al Amor Misericordioso y las hermanitas no sabemos dónde. Chicho supo de ellas 12 años después y en circunstancias especiales, (en este momento me acabo de acordar del nombre de las dos hermanitas que me faltaban, Encarna, la que murió en la guerra y Paz “Pacita” ).

el Amor misericordioso
El Amor Misericordioso distaba mucho de tener misericordia, lo que se encontró Emilia al visitar a Txus muy poco tiempo después de haberlo ingresado fue a un  niño muy  flaco, lleno de piojos, sucio, que  no hablaba con nadie, con  mirada  triste y distante y que apenas le respondió con monosílabos.  Su estado era, prácticamente, catatónico.  Emilia preocupada lo llevó a la casa y para que se recuperara lo envió con la prima Clotilde a Urdúliz, craso error.
La prima Clotilde paso a los anales de la familia, como la prima loca.  Vivía sola en un caserío en la montaña, casada con un marino, que nunca estaba en casa, era una mujer  de pocas palabras, torva, incapaz de demostrar ningún afecto,  solo se dirigía al recién llegado para darle ordenes, precisas y concretas.  Txus contaba que no solo la prima estaba loca, sino que todos los animales que tenía también, el gato te atacaba y arañaba, el burro te mordía y el perro entre gruñidos y bufidos mostraba sus dientes continuamente, pero el don de Txus con los perros, funcionó y en pocas horas el único amigo que tenía en la soledad del monte era ese animal.  El pequeño tenía que salir apenas clareaba el día a moler el trigo o el maíz al molino que quedaba a pocos kilómetros.  El niño iba flanqueado por el perro y jalando el burro, cargado de sacos, que se negaba a caminar, cuando Txus se descuidaba el burro le asestaba una mordida en la espalda y Txus lloraba de impotencia y miedo. Pero un día llenándose de valor tomo un palo y con todas sus fuerzas empezó a golpear las patas traseras de burro hasta que  se le doblaban las rodillas y caía, esta situación se repetía todos los días hasta que el burro dejo de morderlo. Muchos años más tarde, al contarle este hecho que lo avergonzaba y del que no se sentía orgulloso, al psicoanalista, este le dijo que gracias a las golpizas que le propinó al burro no estaba en un manicomio. Pues esto le había ayudado a drenar toda la rabia, odio y violencia que había acumulado.  Un día el pequeño Txus se levantó, todavía de noche, y se escapó caminando a Bilbao, caminó 22 kilómetros y llegó a la casa de Autonomía y los más asombroso, y que confirmó la locura de Clotilde, es que muchísimos años después, los hijos de sus hermanos José Antonio y Juan, en años diferentes, fueron a pasar el verano con Clotilde y después de pocos días de convivir con ella, optaron por escapar a Bilbao siguiendo los pasos de su tío.   Cuando se reunían y  hablaban de su estadía con  Clotilde, era como si contaran una película de terror. 

A los pocos días de llegar a su casa, Emilia buscó otra solución a la situación del niño y una vez más se montaron en un tren, esta vez rumbo a Zaragoza.
Al igual que Txus, no sé cómo catalogar esta institución, pero el término que más le cuadra  es "cuartel falangista infantil". Los niños del lugar eran huérfanos de guerra, casi todos hijos de los vencidos. Su objetivo principal era la reeducación. La vida cotidiana de los niños estaba rígidamente reglamentada por instrucción religiosa y paramilitar, que incluía castigos colectivos de índole física y psicológica. La  férrea disciplina incluía la prohibición de mantener conversaciones después de la cena y el tiempo de ocio era totalmente controlado. Todo destinado a limitar relaciones de amistad y solidaridad.
Se levantaban al amanecer y hacían instrucción militar con un pequeño fusil de madera, durante una hora.  Previamente se habían duchado, Txus me contaba que muchas veces, tenía que golpear la tubería con una llave para descongelarla, de esta experiencia le quedo su costumbre de bañarse con agua fría siempre, sin importar la estación del año. Después de un desayuno frugal se formaban en el patio y un falangista los instruía en los principios de la falange. Este falangista, hijo del director, vino a Venezuela y se convirtió en un respetado y reconocido médico oftalmólogo. El trato entre falangista  era de camaradas y siempre se tenían que tutear, cuando se hacía alguna pregunta, se tenía que contestar “habla el camarada…  a sus órdenes, responder, y cerrar con arriba España, camarada Fulanito” a todos los niños les costaba tutear a una persona adulta y al principio lo trataban de usted. El insigne futuro doctor, los llamaba al frente y con todas sus fuerzas les daba un puñetazo en la cara. Obviamente en poco tiempo todos lo tuteaban. Cuando Txus contaba esto se paraba firme y saludaba como todo un militar, con una mirada seria y el seño fruncido, como si estuviera saludando a un camarada,
La corta temporada en Zaragoza fue muy intensa y traumática, pero lo fortaleció para los tiempos que estaban por llegar. Un día le informaron que recogiera las cuatro pertenencias que tenía y junto a compañero llamado Zaratxu lo subieron a un vagón militar rumbo a Bilbao.
Habían pasado tantas  cosas en tan poco tiempo, Txus todavía tenía 9 años y había vivido y sufrido a tan corta edad lo que muchos no vivimos en toda una vida.


jueves, 25 de febrero de 2016

La Guerra Real



“Los aviones se sentían mucho antes de verse, era un ruido ensordecedor, al escucharlo la gente corría  a esconderse, a protegerse” me contaba Txus. En el pueblo no había refugios, ni metro, ni nada que no estuviera a ras del suelo, muchos corrían a la iglesia esperando protección divina y otros a su hogar, al lugar que siempre les había ofrecido protección. Una vez que dejaban de oír el estruendoso ruido de las bombas, y escuchaban a los aviones cada vez más lejanos, la gente salía y se encontraba con la destrucción, los escombros y la muerte. Los niños con su ingenuidad todavía intacta y su curiosidad nata  salían a buscar "tesoros", removiendo los escombros, buscando casquillos, pedazos de bombas, en ciertos lugares algunos murieron por la manipulación de explosivos que no estallaron al caer, pero que al agarrarlos o moverlos se activaban.


Si ven las fotos de Artzentales se darán cuenta que era un objetivo fácil, al descubierto y aunque no había frente cerca y solo quedaban viejos, mujeres,  niños y algún hombre como el tío Sopas, lo bombardeaban. Esta situación de vulnerabilidad obligó a  la familia en pleno a irse a un pueblo cercano llamado Trucíos o Turtzioz en euskera. La geografía de este pueblo era más escarpada y protegida por montañas, de hecho fue uno de los últimos refugios del gobierno Vasco antes de salir al exilio. Sin imaginar siquiera las consecuencias de esta decisión.  
Una mañana Txus y dos de sus hermanas salieron a jugar, el no recordaba si estaba Pepín, pero por los resultados de los acontecimientos estoy segura que sí. Recorrían este pueblo desconocido, con ese afán de curiosidad y búsqueda que solo los niños tienen y que se pierde con los años. En la casa donde se instalaron se quedaron su madre, la abuela, su cuñada y su Bebe, su hermana de 12 años y su hermana Emilia de 24 años.
De repente empezaron a escuchar los ruidos lejanos que se oían en el cielo y precavidos salieron corriendo en diferentes direcciones. Txus corrió a la iglesia y en ella, acostado en el piso, debajo de un banco, tapándose los oídos con sus manos y llorando por el pánico, escuchaba el estallido continuo de las bombas. Solo cuando las explosiones cesaron y el ruido se hacía más tenue, pensó en sus hermanitas y en su familia. Salió a todo correr de la iglesia y vio a sus hermanas correr hacia él con sus caritas sucias por el llanto y el polvo. Corrieron a su casa con el corazón en la boca y la angustia en el rostro, a lo lejos divisaron la casa en pie, con sus paredes blancas, totalmente entera y los niños intercambiaron una sonrisa de alivio y alegría.
Al irse acercando se dieron cuenta que de la casa salían los vecinos con caras de consternación y llanto. Vieron a su abuela sentada en una piedra cerca del portal y se apresuraron  hacia ella, la llamaron, la increparon y la abuela los miraba con ojos vacíos y una mueca de terror en la cara, no les respondía, no les reconocía, se dieron cuenta que una de sus orejas colgaba a un lado de su cara y que la sangre caía por su rostro y manchaba su ropa. La pobre Sra. María nunca se recuperó del impacto, enloqueció. Emilia su hermana grande, salió de la casa herida ,con el Bebe en brazos lleno de sangre. Los niños trataron de entrar para ver qué pasaba pero no se los permitieron. Emilia los llamó y les contó, con palabras entrecortadas, entre sollozos, que todos los que estaban en la casa habían  muerto. La madre, la hermana, la cuñada, que solo quedaban ellos, Pepín, Juan, el hermano de 14 años, y el tío Sopas, pero que ella se encargaría de cuidarlos y protegerlos.
Txus no recordaba más nada de ese día, no sabía que paso con los cuerpos, no sabía que paso en las siguientes horas, ni en los días sucesivos. Solo recordaba que a partir de ese momento, durante el día se escondían en una cueva oscura y húmeda, que él y sus hermanitas lloraban desconsolados, por le miedo, la tristeza y el hambre,  que el Bebe tenía la cabecita vendada y al poco tiempo murió y que la abuela, en una especie de letanía imparable, solo hablaba de un toro de fuego que había caído del cielo. 
Muchos años después, Emilia le relato lo qué había pasado en aquel dia de 1937. Al escuchar los aviones que se aproximaban y pensando en que la casa podía ser un objetivo fácil, toda la familia decidió trasladarse al granero que había en la parte de atrás, pensaron que era el lugar mas seguro. La abuela preocupada por los niños se asomó a llamarlos, mientras los demás se acomodaban como podían en el granero. Emilia, pensó que sería conveniente buscar comida para el Bebe y salió a la cocina de la casa, mientras ella calentaba la leche y la abuela caminaba en dirección al granero, oyeron el silbido de la bomba cayendo y la explosión inmediata. En un segundo todo era escombros, el granero se había convertido en un amasijo de piedras y madera, solo el llanto del Bebe sobresalía con un aliento de vida. La madre, la cuñada y la hermana habían muerto en el acto, sus cuerpos destrozados habían sido enterradas en el cementerio del pueblo, con prisa y sin identificar, los avatares de la guerra y las bajas de ese dia impidieron un entierro digno. La familia aun no sabe en que lugar fueron enterradas.
Su hermano Federico y la cuñada que murió en el bombardeo el día de su boda 
Hace dos años visité con Txus y su sobrino Casimiro,  el pueblo de Trucíos, fuimos a la casa, a la cueva y hablamos con los vecinos sobre el bombardeo y, a pesar de no haber vivido la guerra,  sabían de esta tragedia, sus padres o abuelos les habían contado lo que ocurrió en esa casa.  Txus tardo más de 50 años  en pasar por Trucíos y tardó más de 80 años en volver a caminar por sus calles y visitar los lugares que cambiaron su vida para siempre. Fue una experiencia dolorosa pero necesaria. Llena de  relatos y llanto, pero necesitaba agarrar a ese nefasto “toro de fuego” por los cuernos y enfrentarse a él.
El 19 de Junio de 1937 las tropas de Franco toman Bilbao al  romper el cinturón de hierro de Bilbao. El gobierno vasco se traslada a Trucíos, después a  Santander y posteriormente a Cataluña. Los nacionales toman Vizcaya. 
Solo ha pasado un año desde que el pequeño Txus se fue al pueblo a refugiarse de la guerra. Tiene 9 años, su madre ha muerto, su abuela está loca, dos de sus hermanos y su pequeño sobrinito también.  Su vida, en apenas 12 meses, se destruyó. No sabe qué va a pasar, dónde va vivir, quién lo cuidará pero todavía tiene destinadas infaustas  sorpresas.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Una Guerra irreal



No sé por dónde  empezar a escribir las siguiente entradas. La guerra es uno de los episodios más conmovedores de la historia de mi Chicho.  Txus siempre contaba que la guerra al inicio no se sentía como real, que era algo lejano, de lo que hablaban los mayores y se reseñaba en la prensa. Ya en esta época, con sus 8 añitos, leía el periódico y seguía diariamente los acontecimientos.   Pero en la medida que el frente se aproximaba a Bilbao, su madre decidió irse al pueblo con la abuela.
Previamente quiero explicar cuál era la situación política familiar. Su madre monárquica, pero poco interesada en la política, estaba en contra de la república. Sus hermanos mayores, además de republicanos, eran nacionalistas vascos. Él siempre pensó que el ambiente en su casa tenía que ser muy tenso y recordaba discusiones entre su madre y hermanos. El resto de la familia se dividía entre los dos bandos, el tío Sopas y los de la Zarzuela apoyaban a los sublevados y se enlistarón a pelar en contra de la república, sus hermanos, por el contrario, se unieron a las filas republicanas.
Hace pocos años me comentó que tenía un secreto que me quería contar y que nunca se lo había contado a nadie. De todos sus hermanos varones, Fermín, era su favorito. Siempre me había relatado que era una persona  cálida, pendiente de sus hermanitos, simpática y sumamente amable. Ese día entre lágrimas me confesó que Fermín no era republicano y que se había unido a los sublevados y que en algún momento se encontró con él vestido de uniforme y  lo ignoró, no le habló, escapo para que Fermín no lo viera y que más nunca lo vio porque poco después murió. Él estaba seguro que su hermano lo había visto, que se había dado cuenta de su vergüenza  y no quiso violentarlo con un saludo.   Me dijo que había actuado miserablemente y que siempre se había sentido culpable de su comportamiento, no se perdonaba el haber ignorado a su hermano más querido. Yo lo abrace y le dije que era un niño, que en la infancia todo adquiere  proporciones extraordinarias y que su culpa, se debía más que a su infantil conducta, a la muerte del hermano. El haberme compartido su secreto lo alivio, pero imagino cuánto sufrió pensando en ese incidente, cuánta culpa sintió por un hecho que solo adquirió trascendencia por la horrible guerra.
La vida en el pueblo era más tranquila que en Bilbao y durante algún tiempo casi se sintieron en la normalidad, a pesar de que la  abuela no solo acogió a su hija y a los nietos que no estaban en el frente, sino a la primera esposa del hijo mayor de los Dolara larrauri,  Federico, y a su pequeño bebe recién nacido. Eran aproximadamente unas 12 personas, sin contar a Pepín, primo entrañable de Txus y al tío Sopas, que por razones que desconozco no peleo en la guerra, El tío era contemporáneo y amigo de juergas de los hermanos mayores  Pepín se había ido a vivir con la abuela años antes, cuando un trágico accidente acabó con la vida de sus padres.   Los pequeños de la familia jugaban por el pueblo, en el frontón de la iglesia, en los jardines de la Zarzuela, deambulaban de aquí para allá en unas vacaciones imprevistas, sin responsabilidades escolares.
Pero el frente les llego al pueblo con el horrible rugir de los aviones. Italia y Alemania decidieron convertir la guerra civil española  en un campo de pruebas para probar nuevas estrategias de combate y nuevos aviones. con miras a una guerra mundial que la ingenua Europa ni siquiera  imaginaba.   Los  bombardeos  se convirtieron en el dia a dia  y atacar a la población civil, atemorizarla continuamente, se convirtió en un arma efectiva contra el enemigo. Despertaron del sueño de normalidad de la peor manera posible y la guerra se hizo real.


martes, 23 de febrero de 2016

La vida en Bilbao y los veranos en Artzentales

Al morir don Casimiro, doña María se mudó a Bilbao con sus hijos, primero a un apartamento en la calle Sabino Arana y después, definitivamente, a la calle Autonomía. Sobre este periodo Txus, tenía gratos recuerdos y su vida era como la de todo niño de su edad, iba a la escuela, salía con su madre y hermanas y pasaba los veranos en Artzentales.
Txus en el colegio antes de la guerra
Nos contaba con entusiasmo como nació su amor por la lectura. En un zaguán cercano a su casa vivía una viuda que alquilaba tebeos o suplementos.  Él  aprendió a leer muy pequeño, ahorraba el dinero que le daban para disfrutar de la lectura de los tebeos sentado en un banquito a la sombra del zaguán. Siempre  lo imagine sentadito, concentrado, aferrado a las páginas y perdido en ese mundo de aventuras e ilusión. Cuando leía se desconectaba totalmente del mundo que lo rodeaba.
Una navidad se le olvido escribir la carta a los reyes magos y al darse cuenta se sentó a llorar. Después de llorar desconsoladamente durante algún tiempo, su madre lo llevo al único ultramarino (abastos) que tenía teléfono y llamó a los reyes explicándoles la situación y subsanando la crisis.
La visita inesperada del Tío Eustaquio, hermano de su padre y marino mercante, trastoco por un tiempo la apacible vida de la familia.  Llegó una tarde de invierno con una mujer norteamericana y un niño, ella apenas hablaba algunas palabras de español y, para disgusto de doña María fumaba continuamente. La familia escuchó atónita como el tío se había escapado con esa mujer y habían huido a España.  El hecho que no estuvieran casados y con un hijo representaba un pecado para doña María, ella era  súper conservadora, de misa y comunión diaria y esta situación la trastoco. Después de varios días de soportar esta situación, organizó un viaje al pueblo a visitar a la abuela, Txus y sus tres hermanas menores estaban entusiasmados por tan repentino hecho. Le informaron al tío que tenía que dejar la casa y al día siguiente todos salieron, el tío a una pensión y los demás a la estación a tomar el tren, pero para sorpresas de los niños al recorrer unas tres cuadras, su madre les informó que tenían que regresar a la casa que todo había sido un simulacro para deshacerse del tío, afligidos rehicieron el camino andado. 
Txus y sus tres hermanitas
En esta época Txus tuvo su primer reconocimiento público, al hacer la primera comunión le tomaron una foto en un estudio cercano a la casa y quedo tan lindo, que durante mucho tiempo estuvo en exhibición. Txus organizaba visitas con sus amiguitos del colegio para que lo fueran a ver y se convirtió en un niño muy popular. Esta foto, uno de nuestros tesoros y lo quiero compartir con ustedes.
Esta es la foto exhibida en la vidriera del estudio y que Txus enseñaba a sus amiguitos y 
.Cuando llegaba el verano se trasladaban al pueblo y empezaba un periodo de alegría y libertad. Txus se transformaba en el “Bicho” mote con el que lo conocían en el pueblo por sus tremenduras y viveza. La primera vez que visite Artzentales, al entrar a un bar, todo el mundo grito ¡hombre, el Bicho! Y se paraban a abrazarlo. La última vez que visitamos el pueblo, estábamos frente a la plaza hablando con el Alcalde, que resultó ser conocido de la familia y desde la ventana de un segundo piso una señora mayor nos miraba sonriendo, después de un rato contemplándonos bajo y mirando a Txus lo abrazo y le dijo “tú eres el Bicho”, habían pasado casi 80 años desde la última vez que lo había visto.  Fue un reencuentro cargado de emoción, donde se habló de un pasado remoto y feliz y de una guerra que trastoco todo, 
Sus grandes amigos eran Justi, su primo, y el hijo del medico. Con Justi se reencontraba cuando íbamos a Madrid. pasaban largo tiempo hablando de ese periodo. de sus travesuras, de su vida antes de la guerra, de la Zarzuela, la casa de Justi, con sus pavos reales paseando por el jardín, sus opíparas comidas y reuniones sociales e inevitablemente de todos los seres queridos que ya no estaban. verlos alejarse conversando animadamente y verlos regresar de sus paseos, con esa mirada alegre, cargada de evocaciones y recuerdos de esa infancia compartida nos producía una profunda emoción. 
El Bicho y sus travesuras quedaron impresos en la memoria del pueblo. El pequeño Bicho un día lleno de garrapatas la barriga del burro del barbero cojo  y cuando el pobre hombre se montó para irse el burro se encabrito y lo tumbo y siempre que intentaba subirse el burro volvía a tumbarlo. Todo el pueblo sabía quien había sido el autor de este hecho.  Una mañana  el perro de peleas del tío Sopas no apareció a desayunar  y los buscaron durante todo el día. El pequeño Txus lo había azuzado con un saco y una vez que el perro lo mordió lo guindo a un árbol.  A este perro, que ganaba todas las peleas en la zona y que era un campeón temible, el Bicho le disputaba la comida colocándose a cuatro patas  a su lado.  Cuando contaba estas travesuras siempre tenía una sonrisa pícara, se tapaba la boca con una mano, después extendía un poco sus brazos  y nos miraba con ojos de niño travieso.
Txus y las tres hermanas que le antecedían en nacimiento  tenían una relación muy estrecha, pero su hermana especial fue Isabel, la penúltima de los Dolara Larrauri.  Toda la familia que la conoció  nos aseguraba que Nerea se parece  mucho a ella. La llamaban Beluca  y  todavía al hablar de ella Txus no podía evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas.  
Pero esta vida de Txus, alias el “Bicho” no duro mucho tiempo. El 16 de Julio de 1936 La guerra civil estalló y ese niño de apenas 8 años de edad empezó un periplo de miedo, tristeza y desesperanza. 

lunes, 22 de febrero de 2016

Los primeros años

El pequeño Txus en la Mina Federico
El 7 de noviembre de 1927 nacen cerca de  Artzentales, en la Mina Federico, Jesús Dolara Larrauri y su gemelo. Su compañero durante el embarazo permaneció con él solo 6 meses, una tosferina acabo con su vida.  Sus hermanas mayores le contaron  que lloraba tan desconsoladamente que tuvieron que colocarle una almohadita siempre a su lado para que sintiera la presencia de su hermano. Años más tarde en sus secciones de psicoanálisis, basadas en la terapia de Jung, recuperaría en un sueño revelador la compañía de su hermano. “empecé a nadar dentro de una cueva oscura, con mucha angustia y llegue a una rocas donde me senté al lado de otra persona, nos quedamos tranquilos uno al lado del otro  y en ese momento toda la angustia desapareció  y me sentí tranquilo y feliz”.  Los relatos de su primera infancia siempre estuvieron asociados a los sueños y a largas cartas que le escribieron  sus hermanas mayores, María Luisa y Emilia, más que recuerdos eran sensaciones.
Pero volvamos a la familia Dolara Larrauri. Don Casimiro y Doña María, eran personas con recursos, Don Casimiro era el gerente y pariente de los dueños de la Mina Federico y Doña María era la única hija del primer matrimonio de la Sra Maria viuda de Larrauri, de su segundo matrimonio nació el tío “Sopas”, persona singular, cuyo nombre desconozco y  del que se hablará posteriormente. La abuela María, viuda por segunda vez, era la  dueña del único negocio del pueblo de Artzentales.  Los Dolara Larrauri tuvieron 12 hijos y el pequeño Txus se llevaba 20 años con su hermana mayor. Vivian holgadamente, con sirvientas, cocheros y hayas y todavía hoy se pueden contemplar las ruinas del poblado, la casa y la iglesia, dedicada a la virgen María, (en honor a la madre de Txus)  que fundó don Casimiro. Como toda persona de buena posición eran monárquicos  y de derechas. El Sr Casimiro había sido condecorado por el rey Alfonzo XIII por salvar su vida cuando un carruaje en el que paseaba se desboco.  Según sus hermanas Txus amaba el agua y a los animales. Se perdía por momentos y siempre lo encontraban en la fuente del pequeño poblado jugando con el agua y empapado sin importar la estación del año.
Don Casimiro Dolara Garate


doña Maria larrauri Uria
De esta época Txus recuperó con  el psicoanálisis, a través de los sueños, las botas de montar y  el olor a cuero que asociaba a  su padre,  la cara de terror de su madre al asomarse en la cuna y ver a su gemelo muerto y sensaciones y emociones que le acompañaron siempre.  Su memoria de estos años, no se traducían en recuerdos concretos estaba  asociada a los sueños. Todavía los guardamos todos, anotados en hojas ya amarillas, con letras desdibujadas, de las que nunca quiso deshacerse  pues como decía Borges “…Nosotros estamos hechos,  en buena parte, de nuestra memoria…” y su memoria y su identidad, en estos primeros años, solo las recuperó en sus sueños.

Cuando Txus tenía 3 o 4 años su padre murió. Esta vida apacible, llena de lujos y contemplaciones terminó abruptamente, como terminarían muchas cosas en su larga vida. 
 Mina Federico y fotos familiares de los Dolara Larrauri 



domingo, 21 de febrero de 2016

Un hombre inolvidable

El 17 de febrero de 2016 murió Jesús Dolara Larrauri, Txus para sus amigos y Chicho para su familia. Un hombre excepcional con el que tuve la dicha de compartir 35 años de mi vida.  He creado este Blog para narrar su vida y su legado, para que siempre permanezca con nosotros. para que sus vivencias, terribles algunas, felices otras, no se olviden.  Quiero que todo el mundo conozca la historia de este hombre, vasco-venezolano, ejemplar, que con su sabiduría, su dulzura, su equilibrio nos demostró que a pesar de las vicisitudes, de nefastas experiencias se puede vivir en equilibrio y paz.