sábado, 27 de febrero de 2016

Los primeros años en Portugalete.

Cuando Txus llegó a la estación de Bilbao, vio que Emilia lo estaba esperando y su corazón se llenó de alegría, pensó que por fin se iría a su casa, con su familia. Pero después de los consabidos abrazos y besos. Emilia tomo al niño de la mano y se encaminaron a Portugalete, población ubicada a 18 kilómetros de Bilbao. Al llegar a Portugalete caminaron hasta el Palacete del Salto, ese hermoso edificio que se divisa sobre la colina en la foto. “El Salto” fue donado en 1937 por la condesa de Rodas a la Obra Nacional de Auxilio Social   para crear una residencia para jóvenes que se llamó, formalmente, “Hogar Evaristo de Churruca y Zubiria” pero llamado, por los jóvenes que allí vivieron, el “manicomio” 

Emilia se despidió y lo dejo en ese lugar desconocido. Lo guiaron hasta un salón donde había un grupo de 30 niños aproximadamente, todos con caritas asustadas, algunos llorando y entre ellos distinguió a Zaratxu. Este hogar de auxilio social, fue inaugurado por estos 30 niños, después con el pasar del tiempo llegarían casi a los 200. Pero los 30 niños originales crearon lazos, tan fuertes,  de solidaridad, afecto y amistad, que se constituyeron en una única y autentica familia.  
Estos niños convivieron en una situación adversa y represiva durante muchos años y lo único que los ayudó a soportarlo fue la solidaridad entre ellos. Se apoyaban, se ayudaban, se protegían y por encima de todo se querían entrañablemente. Una historia con un denominador común los unía, habían quedado solos, sus familias se habían desintegrado con la guerra. Cada vez que Txus nos narraba sus hazañas o las de sus compañeros de encierro lo hacía con afecto, con admiración, con verdadero orgullo familiar.
El "Colegio"

Los primeros tiempos fueron duros para todos, había un niño que había visto fusilar a sus padres y que atesoraba debajo de su colchón un bocadillo de chorizo, envuelto en una servilleta grasienta y sucia y que cada noche a escondidas, tomaba un pedacito, cerraba los ojos y lo comía, era como si con ese pedacito de pan recuperará lo perdido. Algunos niños que se hacían pipí en la cama eran paseados por el pueblo con el colchón a la espalda y con un humillante cartel al frente que decía. “Soy un meon”.  Txus  contaba que alguna vez que se hizo pipi, salía sigiloso de la habitación, para no despertar a nadie, iba al baño y lavaba la sabana, después durante horas la sacudía hasta que estuviera seca, muchas veces cuando la tendía en su cama era la hora de levantarse. Pero orgulloso señalaba que nunca lo descubrieron. Uno de los momentos gratos que atesoraba era la primera navidad, cuando damas de la sociedad de Vizcaya los obsequiaron con regalos maravillosos para todos y chucherías que endulzaron por un momento su vida. A Txus le dieron un Mecano con el que construyó y creó muchas cosas.  Si bien los juguetes eran compartidos en el salón de juegos, todos reconocían a Txus como el auténtico propietario del Juego.
Siempre me conmovió, cuando contaba, con lágrimas en los ojos,  como durante un largo tiempo espero la visita de algún miembro de la familia. Todos los domingos los parientes visitaban a los niños. Durante mucho tiempo se sentó en la escalera esperando ver una cara familiar, pero fue en vano. Espero, espero hasta que ya dejo de esperar, Solo su hermano Juan, uno o dos años después, al salir de la cárcel lo fue a visitar, pienso que debido a esto se consolidó el vínculo entrañable que los unió durante toda la vida.
Nunca entendí, ni entiendo aún, el desapego de su familia. Txus siempre los justificó, alegando que lo pusieron ahí para garantizarle la comida, escasa durante la guerra y postguerra, y la educación, que sus hermanos estaban presos y que sus hermanas luchaban por sobrevivir. A pesar de que esta indiferencia lo afectó, nunca pidió, ni le dieron explicaciones.
En los primeros años este Hogar de Auxilio Social era visitado como el modelo a seguir, en la batalla ideológica que libró el régimen franquista contra los vencido. En una reseña de la época del diario ABC se lee:
Pese, a las duras circunstancia, a las historias personales que arrastraban y al régimen militar falangista que regía a la institución, los niños terminaron por adaptarse a la rutina y a la vida del colegio. El lugar era hermoso, las habitaciones confortables, la comida completa y saludable, combinaban las clases con el deporte, se dormían arrullados por el sonido del mar y lo más importante se tenían los unos a los otros. 

Un hogar de auxilio social

Se hacia mucho énfasis en el deporte 

1 comentario:

  1. Me encanta oír todo esta historia tan completa. Siempre Txus hacia referencias aisladas. Pero poder leerlo así ordenadamente y con tanto detalle, hace que que quiera a Txus mas todavía. Lamento no haberlo abrazado y no haberle dicho como lo quería y como lo adopté en mi familia desde el primer momento que lo vi en el apartamento del Don Pepe en Bello Campo. Parece que fue ayer cuando Ana y él tocaron a la puerta para que Ralph y yo lo conociéramos entre cena y tragos y como nosotras no sabíamos que hacer para que hablaran sobre algo y rompieran el hielo. Introducíamos diferentes temas de interes para ambos y nada. Llegamos a pensar que nunca tendrían química. Cuantas conversaciones mantuvieron después en estos largos años. Y después, cuantas charlas amenas, desacuerdos de ideas en todos estos mas de 35 años, en los que compartimos tantos momentos con mucho afecto.

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