martes, 1 de marzo de 2016

Años buenos, años malos

Mientras la España de la postguerra pasa calamidades, hambre,  represión  y se afanaba en una terrible lucha por la supervivencia, los alumnos del “colegio” disfrutaban de ciertos privilegios, es conveniente señalar que algunos de estos hogares se convirtieron en emblemas de propaganda, donde se resaltaban las bondades del régimen y que muchos dependían de subvenciones y donaciones del gobierno alemán y el italiano.
Txus siempre me comentó que entre el final de la guerra civil y el final de la segunda guerra mundial, tuvieron calidad de vida en cuanto a comida y  salud, pero siempre dentro de una estricta disciplina y adoctrinamiento. El modelo educativo era totalmente cuartelario, estricto y vejatorio. Con una mezcla de religión y fascismo, donde Dios, la patria, la Falange y el caudillo eran venerados prácticamente por igual. Se tenían que confesar y comulgar todas las semanas, hacían instrucción militar y recibían, además de las asignaturas regulares,  clases de formación del espíritu nacional todos los días.  Existía una gran biblioteca para que los niños pudieran realizar las tareas y espacios destinados al deporte y a la educación física.
En poco tiempo y durante toda su larga estancia se situó entre los mejores y más aplicados estudiantes, leía con avidez y las tristes tardes de domingos de espera fueron sustituidas por apacibles tardes de lectura en la biblioteca.  Siempre tuvo una memoria privilegiada y asombrosa, Nerea y yo lo considerábamos nuestra enciclopedia particular, sabia de todo con profundidad, desde física cuántica hasta psicoanálisis, era un verdadero deleite conversar con él.
Siempre que en el “colegio” querían exhibir la “calidad” de la educación que impartían recurrían a Txus, contaba que una vez que un submarino, buque o fragata alemana (pueden apreciar que mi memoria no es tan prodigiosa como la de él)  fondeo en la ría de Bilbao llevaron a los niños a conocerla y él asombro a los teutones con su extraordinario conocimiento de todos los pormenores de la guerra, incluyendo batallas y desplazamientos. Ayudaba a sus compañeros explicándoles  lo que no entendían, tanto en ciencias, como en cualquier otra área de conocimiento. El único punto vulnerable de Txus, era la escritura, él siempre pensó que se debía a que era un zurdo contrariado. Es conveniente recordar que en su época se tomaban medidas extremas, llegando incluso a amarrar la mano izquierda para obligar a escribir con la derecha. Escribir fue un proceso doloroso durante toda su vida.  El pequeño Txus se instituyó en  el “sabiondillo” del colegio. El me comentaba que siempre le había gustado leer, pero que su voracidad lectora se había generado como un escape a la realidad.

Pero no era solo “sabiondillo” era un buen deportista, destacaba sobre todo en el futbol y la natación. En el primero se sentía orgulloso de una reseña que salió después de un partido donde lo denominaron “la sombra pálida” de… algún jugador notorio de Ceuta o Melilla que jugaba en España y de cuyo nombre por más que quiero no puedo acordarme. Y en el segundo enseñó a nadar a muchos de sus compañeros y a muchas generaciones posteriores de sobrinos y especialmente a Nerea. Era como si el agua formara parte de su naturaleza. Nadaba con un estilo mariposa impecable, flotaba en el mar durante muchísimo tiempo dejándose arrullar con el cadencioso movimiento de las olas, sin inmutarse, él simplemente se dejaba estar.

 Esta destreza en el agua le permitió salvar la vida de varias personas. A uno de ellos lo conocí en un viaje a Bilbao y me relato como en la playa frente al colegio Txus salvó su vida.  Él, que era de los más pequeños, no sabía nadar y se lanzó al agua con una lata grade de aceite amarrada con una cuerda a la cintura, de pronto con el fuerte oleaje, este improvisado flotador  se deshizo y mientras más esfuerzos hacia para mantenerse a flote más rápido se hundía, hasta que de la nada llego Txus lo rescató y lo llevo a la orilla. Cuando lo conocí miraba a Txus con admiración, agradecimiento  y un enorme afecto.  
Los primeros llegados al colegio eran los mayores y todos los demás hacían méritos para ingresar al grupo.  Usaban a los aspirantes para obtener información y utilizarla cuando mejor les convenía. Con esta táctica descubrieron que el cura tenía relaciones con la intendenta, que muchos de los cuidadores sisaban la despensa, entre otras cosas. Una vez que se habían escapado, práctica que implementaron con éxito, encontraron en el pueblo al cura y este indignado les regaño furibundo y les amenazó con denunciarlos. Los muchachos se plantaron, le dieron cara y le dijeron “–Mire Don… si usted hace eso nosotros contamos en el pueblo que usted se acuesta con Doña…” el cura palideció, sin mediar palabra siguió su camino y nunca más mencionó el hecho, pero a partir de ese momento no volvió a meterse con ellos y los dejo en paz.
En la medida que iban creciendo las escapadas tenían un objetivo claro, visitar el “bar de Mari la churrera”. Mari era una mujer con enormes senos y siempre que alguien conseguía alguna peseta, era de visita obligada. “los chiquitos (pequeño vasos de vino) eran espantosos pero cuando íbamos a pagar tirábamos la moneda en el  bajo detrás de la barra y Mari se agachaba a recogerlos y nos mostraba la línea de los senos” todos alucinaban y esperaban con ansias volver nuevamente a  deleitarse con esta visión extraordinaria de los senos de Mari. En nuestro recorrido habitual por Portugalete, cada vez que íbamos a Bilbao, pasábamos por el bar que todavía esta y me volvía a contar en situ, con indicaciones precisas, como lo hacían y donde tiraban las monedas.
Ubicación exacta del Bar Mari la Churrera

El “bicho” despertaba en algún partido de futbol. En la playa, descalzos improvisaban un juego y se dividían en dos equipos. Había un niño llamado Juan, que no tenía las simpatías   del grupo de amigos y siempre jugaba, y muy bien, en el equipo contrario. Txus creó un estribillo “Juan, gigante, vellón, cabezudo”, que repetía para incordiarlo durante todo el partido y después durante horas caminaba y se sentaba a su lado repitiéndolo sin parar hasta que el pobre Juan se ponía de rodillas y le suplicaba que lo dejara en paz.    
Alguna de las pocas ventajas de pertenecer a Auxilio Social era que asistían casi todos los domingos al cine y en algunas ocasiones a partidos de fútbol. En una ocasión coincidió con sus hermanos mayores, que ya habían salido de la cárcel,  en un partido y el sintió como se sentían avergonzados de presentarlo a sus amigos, pues como siempre iba vestido con el uniforme camisa azul falangista, boina roja carlista,  correajes militares y una corbata negra como luto por José Antonio Primo de Rivera.
El cine era el deleite de todos. Txus conocía actores que yo ni sabía que existían. Ken Maynard, Hoot Gibson pero sobre todo, su ídolo de la infancia y adolescencia, Buck Jones. Todos estrellas de películas de vaqueros. Cuando iban al cine llenaban sus bolsillos de piedritas y al momento de empezar la persecución de los indios contra su héroe, las lanzaban a la pantalla con gritos de algarabía, el desorden provocaba, invariablemente, que se parara la proyección y les dieran una enorme reprimenda.  Al final optaron por revisar sus bolsillos antes de entrar en la función y decomisar las piedras. 
En algunas ocasiones, con el afán de demostrar generosidad,  los jerarcas del régimen invitaban a los más desfavorecidos a comer con su familia. Txus, por lo general era el elegido, educado, informado, buen deportista, era el niño modelo de las bondades del régimen con los vencidos. En una ocasión fue a la casa del alcalde de Bilbao y disfrutó de una suculenta cena en compañía de toda la familia, al finalizar le ofrecieron una copita de anís El Mono e inmediatamente se sintió mareado, pidió el baño y se sentó en la poceta, pues sentía además del mareo, retortijones.  A la mañana siguiente se despertó sin saber dónde estaba, hasta que pensó que estaba en una de las habitaciones de la casa del alcalde. Todavía se reía, pensando que habían tenido que abrir la puerta a la fuerza, limpiarle el culo y acostarlo a dormir. Pero cuando eso sucedió no fue hilarante y aunque no trascendió, en su interior se sintió avergonzado y humillado durante algún tiempo. 

En algún momento de su estadía, las condiciones de alimentación comienzan a deteriorarse, la comida deja de ser variada y abundante, cada vez hay más niños y la precariedad se instala al lado de la represión, pero, los ahora jóvenes no esperan mucho de la vida y se adaptan a las nuevas circunstancias, su vida sigue.
Al concluir la educación formal, los jóvenes asistían a una escuela de aprendizaje industrial, donde se formarían como obreros calificados. Txus demostró gran capacidad en el torno y por lo tanto estudio para tornero, actividad que realmente disfrutó creando pequeñas piezas y herramientas  en los talleres con su propias manos. El asistir a la escuela de aprendizaje les brindó la posibilidad de salir, aunque fuera solo durante el día, del yugo del colegio, de ganar algún dinero y de recuperar poco a poco a la familia.

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