jueves, 31 de marzo de 2016

“Soy feliz, soy un hombre feliz y quiero que me perdonen, por estos días, los muertos de mi felicidad” Silvio Rodriguez

el dia de nuestra boda
El 5 de junio de 1981 nos casamos por civil en el apartamento de Txus, fue una ceremonia muy íntima, solo mi familia y nuestros amigos más cercanos. Mi mamá me compró un lindo vestido, casi matrimonial, que todavía conservó. Txus se compró una linda chaqueta. Estábamos radiantes, felices y creó que todos pasamos un buen rato.
Al día siguiente nos fuimos una semana a Mérida, nos quedamos en el Hotel Prado Rio en una de sus cabañas. Paseamos, comimos, subimos al teleférico, fuimos a Jají, paseamos a caballo y nos reíamos de cosas absurdas, en fin, todo felicidad, una luna de miel chiquitica. La grande vendría después, antes tenía que entregar la tesis de grado y graduarme en la universidad.
Hotel Prado Río Mérida Venezuela
En enero viajamos  a Europa durante 2 meses. Llegamos a Madrid después  nos fuimos a Holanda, Londres, país Vasco, Madrid, Canarias  y regreso a Caracas. Fue intenso y maravilloso compartir con Txus museos y galerías, edificios históricos, ciudades, asombrarnos de todos los gustos que compartíamos, descubrirnos pensando en lo mismo o diciendo al unísono las mismas frases o palabras nos hacía constatar lo acertado de nuestra decisión. Viajar con él   era como viajar con un guía turístico, con master en historia, geografía, arte, cultura general que hacía más placenteras e instructivas  las visitas. En ese viaje descubrí la compulsión de Txus por comprar libros, afiches, mapas… Cargar las maletas cuando salimos de Caracas ya era un esfuerzo, el papel pesa, y llevábamos mapas, guías Michelin  y algunos libros para consumo nuestro o para regalos. Pero en la medida que el viaje avanzaba cargarlas se convirtió en una tarea titánica y ni les cuento de los bolsos de mano que trasformados en auténticos  monolitos eran inamovibles.
Las visitas al País Vasco y a Canarias tenían como  segunda intención conocer a las familias y amigos de cada uno. En el País Vasco al llegar al aeropuerto, vi a un hombre pequeño con una enorme planta en una maceta dirigirse hacia nosotros, llamándonos por nuestro nombre, inmediatamente sabía que se trataba de uno de los amigos más entrañables de Txus, hermano del “colegio” que fue a Venezuela con él,  compañero inseparable en todo lo que emprendió, desde el estraperlo, hasta la política y que hacía años había retornado al País Vasco. Un hombre adorable, con una mezcla de locura, alegría y ternura única e irrepetible. Con él estaba el querido hermano Juan, el que nunca desamparo a Txus, al llegar a su casa conocí a su esposa Mary, la maternal, y a sus hijos, este día cerró con una cena familiar y amigos. Ahí aprendí que comer y comida está en la naturaleza innata del ser vasco.
Y así se sucedían  días y días donde la gente de los cuentos y anécdotas de Txus iban adquiriendo rostros, voces, risas. Conocer los protagonistas de sus historias fue genial, compartir con ellos, hablar, reír un deleite. Me aceptaron inmediatamente Txus, estaba “tan bien, tan feliz” y  yo era la responsable de ese estado de bienestar así  que me  abrieron su corazón y su afecto.
Después de grandes  y sabrosas comilonas, conocer a toda la familia (en Donosti tuve el placer de conocer a la hermana mayor,  María Luisa, y su parecido con el benjamín de la familia era asombroso), visitar todos los lugares importantes para Txus, dar paseos por todo el país vasco y Navarra llegó la hora de las despedidas. Done mi planta a la casa de Juan y la vi crecer en viajes posteriores, pero de todas formas el equipaje se vio aumentado, después de hacer un comentario sobre un cuadro pintado por el amigo entrañable de Txus este nos sorprendió en la despedida con el cuadro embalado y listo para viajar.
El cuadro de Luisito Zubia ha colgado en nuestra pared durante 35 años como testigo mudo de nuestra vida
Fueron todos a despedirnos  y me asombró ver a esos hombres, que habían pasado por tanto,  abrazarse con lágrimas que corrían por sus mejillas. El afecto que surge en condiciones extremas dura para siempre.
En Canarias compartimos con mi familia, mis abuelas, ya mis abuelos habían muerto, mis tíos y mis primos y primas y pasamos momentos muy gratos. La peculiar tía Maria, tía de mi papá, calló subyugada  a los pies de Txus y me comentaba “si tuviera 20 años menos te quitaría a ese hombre”. Cuando la calificó como peculiar no es un eufemismo, vivía sola, había vuelto a Canarias de Cuba después de la revolución por no estar de acuerdo con la ideas de Fidel, dejando atrás esposo e hijos. Fumaba muchísimo y tomaba vino, era independiente y nos enseñó a todos los primos, desde pequeños y a escondidas, el placer de fumar y beber. Todos la adorábamos.
No sé en qué momento de nuestra relación Txus empezó a llamarme Chichi y yo como contrapartida Chicho, pero no hace mucho una prima querida me recordaba como toda la familia se sorprendió y se mofaban a nuestras espaldas de esta cursi forma de tratarnos, digo mofarse por que en el gen de los Hernández las bromas y las risas están incorporados.
viaje

foto en Holanda. Nerea escribió algo precioso sobre ella  los invito a leerlo 
Y llego la hora de regresar a Caracas, a nuestro apartamento y empezar en serio nuestro día a día como pareja. Cada uno a su trabajo deseando que concluyera la tarde para volver a estar juntos, empecé  a cocinar, yo que en mi vida lo había hecho, experimentaba en la cocina  cada día y debo decir que siempre con éxito, tenía un don culinario que hasta el momento no había descubierto, antes y después de cenar hablábamos de todo. El dialogo y las conversaciones siempre fueron importantes en nuestra vida. Cada día de nuestra larga relación no hubo uno solo en que no nos dedicáramos un largo rato a conversar de cualquier cosa desde el libro que leíamos, hasta la última película, pasando por la política, por la música, el arte… Los fines de semana le preparaba el desayuno y con el olor a café y las panquecas o arepas humeantes, llevaba el desayuno a la cama cantándole una canción (me da un poco de vergüenza compartir esto): “Buenos días Chicho lindo, Buenos días tenga usted…” se despertaba, se estiraba, me besaba y nos sentábamos a comer. Después invariablemente poníamos música (Tchaikovsky, Purcel, Maria Callas y mi favorito de la época Silvio Rodríguez)  y leíamos los periódicos, siempre empezaba por los deportes, después noticias  internacionales, noticias nacionales y por último el cuerpo dedicado a cultura y opinión. Y entre pieza musical y lectura intercambiábamos largos coloquios sobre algo interesante que leíamos y si nos gustaba mucho lo leíamos en voz alta, mientras el otro prestaba toda su atención.   

En la casa siempre se escuchaba música  y yo, que provengo de una familia cantarina, acompañaba a todos los intérpretes, cantaba desde Casta Diva, hasta la última canción de moda.  Txus que tenía una voz horrible se admiraba de mi capacidad para aprenderlas y me comentaba siempre como le gustaba escucharme cantar. Como ya señale era fanática de Silvio Rodríguez en esa época, no me perdía sus conciertos cuando venía a Caracas. Silvio se convirtió en el soundtrack de nuestra vida. Txus lo consideraba un poeta y de todo su repertorio había dos canciones que le encantaban, la primera por que reflejaba como se sentía en ese momento y la segunda porque expresaba su forma de amarme. Escúchenlas y presten mucha atención a sus poéticas letras.




A veces preparaba picnics en el balcón, poníamos un mantel en el piso y comíamos. Íbamos mucho de picnic, algunos fines de semana me levantaba temprano y preparaba comida, la metía en una cesta y salíamos a descubrir lugares donde comer. Salíamos a cenar o invitábamos a amigos a la casa y seguíamos asistiendo al cine, conciertos, teatro a toda la amplia gama cultural que ofrecía la Caracas de la época. Pero algo teníamos claro del fin de semana siempre uno de los días tenía que ser exclusivamente para nosotros solos.
En los años que habíamos compartido solo en un momento vi el rostro de Txus ensombrecido y crispado, cuando el loco Tejero tomó por asalto y disparó en las cortes españolas. Ese 23 de febrero de 1981 un Txus  desencajado abrió  la puerta, entró y se sentó postrado, vencido, en el sillón, me senté en sus piernas y lo abrace mientras me contaba sus miedos, menos mal que al poco tiempo la televisión informó que el golpe había sido abortado. Al evocar esto, una canción de Silvio acompaña al recuerdo y se repite continuamente en mi mente:
Si hay días que vuelvo cansado, 
sucio de tiempo, 
sin para amor, 
es que regreso del mundo, 
no del bosque, no del sol. 
En esos días, 
compañera, 
ponte alma nueva 
para mi más bella flor”


Pero a excepción de ese momento nada turbó la felicidad y  transcurrían los días, los meses y los años y la sonrisa con la que nos despertábamos cada día seguía ahí imperturbable. A principios de 1983 decidimos que había llegado el momento de dejar de ser pareja y convertirnos en familia. En junio nos enteramos que estábamos esperando un bebe y la alegría fue intensa, pasaba largos ratos con su cabeza apoyada en mi barriga, hablándole al bebe. Empezó a comprar libros sobre el embarazo y el cuidado de los niños y los dos los leíamos con verdadero interés. Fueron nueve meses idílicos, apenas ensombrecidos por algunas dudas o miedos que acechan  a los padres primerizos. Hacia ejercicios físicos y de relajación y caminaba todos los días a la estación del metro de la Plaza Venezuela donde me encontraba con Txus para venir paseando  hasta el apartamento, me detenía en las vidrieras de prenatal y en todas las tiendas de bebes que había en el boulevard, empecé  a tejer ropita, a comer súper sano a dejar de ir a sitios bulliciosos que afectaran al bebe, me hice fanática de los pepinos y del concierto para violín de Tchaikovsky y Txus apoyándome en todo, moviendo los muebles, haciendo espacio para el bebe, en un apartamento lleno de bibliotecas y libros El estudio se transformó en un cuarto de bebe y los libros fueron sustituidos por móviles, muñecos de peluche y por supuesto cuentos infantiles. Preparábamos el cuarto para XX, así llamamos al bebe, pues  un día que estábamos viendo  el eco y habiendo advertido que no queríamos saber el sexo, entró  la  enfermera y le comentó al doctor, no hay duda es XX.
solo faltaba un mes para el nacimiento de XX
Txus no solo  irradiaba felicidad, sonaba a felicidad, un apenas audible canturreo salía de su garganta, una especie de runruneo musical que me indicaba y me indicó siempre lo  feliz que era. Ese susurro que ya no se repetirá jamas  fue para mi el sonido de su felicidad.



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