Tomada Vizcaya
por los nacionales. los sobrevivientes se trasladaron por una corta
temporada a Artzentales, digo corta, porque la cantidad de cosas que
el pequeño Txus pasó en este periodo fueron muchas y porque él solo sabía que
antes de cumplir los 10 años había ingresado al “manicomio, pero no me quiero
adelantar, este lugar, probablemente, requerirá de varias entradas en este
Blog.
En Artzentales, el
tío Sopas, dadas sus simpatías con los nacionales se había convertido en el
Alcalde del pueblo y el Primo Pepín, con apenas 14 o 13 años, en su
lugarteniente. se regodeaban en las fechorías típicas de quien tiene el poder y humilla a los vencidos, con el beneplácito y apoyo de todos aquellos que apoyaron a los nacionales. Rapar y dar aceite de ricino a las mujeres de los rojos,
detener arbitrariamente, burlarse públicamente, en fin, todo los
comportamientos execrables que uno pueda imaginarse. Txus me
contaba que los acompañaba en algunas ocasiones y que se sentía orgulloso
de ir con su tío en el carro sentado al lado de Pepín, a quien el tío había
dado una Thompson para que lo
protegiera.
De este extraño y
corto periodo, Txus recordaba con una alegría hilarante, su última hazaña
como “el Bicho” un día fue al corral de un vecino del pueblo y liberó a
todos los cochinos, los llevo por todo el pueblo, subió las escaleras del ayuntamiento y
llegaron a la oficina del tío. La Sra. que les narré en el segundo post
todavía se acordaba. Cada vez que fuimos al pueblo subíamos las escaleras del
ayuntamiento mientras me narraba por enésima vez su gran hazaña.
El tío Sopas, fue
durante el franquismo el alcalde del pueblo en muchas ocasiones. alternándose con otras figuras franquista del pueblo. . Pero esto y su comportamiento le ganó cierta aversión de los Dolara Larrauri y de casi todo el pueblo. Al morir Franco se
mudó del pueblo y murió mayor, desairado y, para satisfacción de muchos,
con hijas que simpatizaban con los nacionalistas vascos o con la izquierda.
No sé si los cochinos
tuvieron algo que ver, pero la familia se trasladó nuevamente a Bilbao, al gran
apartamento de la calle Autonomía. Emilia se encargó de todos, pues los
hermanos mayores estaban presos y su hermana mayor vivía en San Sebastián.
Dada la penuria y el hambre se vio en la necesidad de entregar a
los más pequeños al orfanato. Txus al Amor
Misericordioso y las hermanitas no sabemos dónde. Chicho supo de
ellas 12 años después y en circunstancias especiales, (en este momento me acabo
de acordar del nombre de las dos hermanitas que me faltaban, Encarna, la que
murió en la guerra y Paz “Pacita” ).
el Amor misericordioso |
El Amor Misericordioso distaba
mucho de tener misericordia, lo que se encontró Emilia al visitar a Txus muy poco
tiempo después de haberlo ingresado fue a un
niño muy flaco, lleno de piojos,
sucio, que no hablaba con nadie, con mirada triste y distante y que apenas le respondió
con monosílabos. Su estado era,
prácticamente, catatónico. Emilia preocupada lo llevó a la casa y para que se recuperara lo envió con la prima
Clotilde a Urdúliz, craso error.
La prima Clotilde paso a los
anales de la familia, como la prima loca.
Vivía sola en un caserío en la montaña, casada con un marino, que nunca
estaba en casa, era una mujer de pocas
palabras, torva, incapaz de demostrar ningún afecto, solo se dirigía al recién llegado para darle
ordenes, precisas y concretas. Txus
contaba que no solo la prima estaba loca, sino que todos los animales que tenía
también, el gato te atacaba y arañaba, el burro te mordía y el perro entre
gruñidos y bufidos mostraba sus dientes continuamente, pero el don de Txus con
los perros, funcionó y en pocas horas el único amigo que tenía en la soledad del
monte era ese animal. El pequeño tenía
que salir apenas clareaba el día a moler el trigo o el maíz al molino que
quedaba a pocos kilómetros. El niño iba flanqueado
por el perro y jalando el burro, cargado de sacos, que se negaba a caminar,
cuando Txus se descuidaba el burro le asestaba una mordida en la espalda y Txus
lloraba de impotencia y miedo. Pero un día llenándose de valor tomo un palo y
con todas sus fuerzas empezó a golpear las patas traseras de burro hasta que se le doblaban las rodillas y caía, esta situación
se repetía todos los días hasta que el burro dejo de morderlo. Muchos años más
tarde, al contarle este hecho que lo avergonzaba y del que no se sentía orgulloso,
al psicoanalista, este le dijo que gracias a las golpizas que le propinó al
burro no estaba en un manicomio. Pues esto le había ayudado a drenar toda la
rabia, odio y violencia que había acumulado. Un día el pequeño Txus se levantó, todavía de
noche, y se escapó caminando a Bilbao, caminó 22 kilómetros y llegó a la casa de
Autonomía y los más asombroso, y que confirmó la locura de Clotilde, es que muchísimos
años después, los hijos de sus hermanos José Antonio y Juan, en años
diferentes, fueron a pasar el verano con Clotilde y después de pocos días de
convivir con ella, optaron por escapar a Bilbao siguiendo los pasos de su tío.
Cuando
se reunían y hablaban de su estadía con Clotilde, era como si contaran una película de
terror.
A los pocos días de llegar a su
casa, Emilia buscó otra solución a la situación del niño y una vez más se
montaron en un tren, esta vez rumbo a Zaragoza.
Al igual que Txus, no sé cómo
catalogar esta institución, pero el término que más le cuadra es "cuartel falangista infantil". Los niños del
lugar eran huérfanos de guerra, casi todos hijos de los vencidos. Su objetivo
principal era la reeducación. La vida
cotidiana de los niños estaba rígidamente reglamentada por instrucción
religiosa y paramilitar, que incluía castigos colectivos de índole física y
psicológica. La férrea disciplina
incluía la prohibición de mantener conversaciones después de la cena y el
tiempo de ocio era totalmente controlado. Todo destinado a limitar relaciones
de amistad y solidaridad.
Se
levantaban al amanecer y hacían instrucción militar con un pequeño fusil de
madera, durante una hora. Previamente se
habían duchado, Txus me contaba que muchas veces, tenía que golpear la tubería
con una llave para descongelarla, de esta experiencia le quedo su costumbre de
bañarse con agua fría siempre, sin importar la estación del año. Después de un
desayuno frugal se formaban en el patio y un falangista los instruía en los
principios de la falange. Este
falangista, hijo del director, vino a Venezuela y se convirtió en un respetado
y reconocido médico oftalmólogo. El trato entre falangista era de camaradas y siempre se tenían que
tutear, cuando se hacía alguna pregunta, se tenía que contestar “habla el camarada…
a sus órdenes, responder, y cerrar con
arriba España, camarada Fulanito” a todos los niños les costaba tutear a una
persona adulta y al principio lo trataban de usted. El insigne futuro doctor,
los llamaba al frente y con todas sus fuerzas les daba un puñetazo en la cara.
Obviamente en poco tiempo todos lo tuteaban. Cuando Txus contaba esto se
paraba firme y saludaba como todo un militar, con una mirada seria y el seño
fruncido, como si estuviera saludando a un camarada,
La
corta temporada en Zaragoza fue muy intensa y traumática, pero lo fortaleció para
los tiempos que estaban por llegar. Un día le informaron que recogiera las
cuatro pertenencias que tenía y junto a compañero llamado Zaratxu lo subieron a un vagón militar
rumbo a Bilbao.
Habían
pasado tantas cosas en tan poco tiempo, Txus
todavía tenía 9 años y había vivido y sufrido a tan corta edad lo que muchos no vivimos
en toda una vida.
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