viernes, 26 de febrero de 2016

Meses sucesivos

 
Tomada  Vizcaya por los nacionales. los sobrevivientes se trasladaron por una corta temporada a Artzentales, digo corta,  porque la cantidad de cosas que el pequeño Txus pasó en este periodo fueron muchas y porque él solo sabía que antes de cumplir los 10 años había ingresado al “manicomio, pero no me quiero adelantar, este lugar, probablemente, requerirá de varias entradas en este Blog.
En Artzentales, el tío Sopas, dadas sus simpatías con los nacionales se había convertido en el Alcalde del pueblo y el Primo Pepín, con apenas 14 o 13 años,  en su lugarteniente.  se regodeaban en las fechorías típicas de quien tiene el poder y humilla a los vencidos, con el beneplácito y apoyo de todos aquellos que apoyaron a los nacionales.  Rapar y dar aceite de ricino a las mujeres de los rojos, detener arbitrariamente, burlarse públicamente, en fin, todo los comportamientos execrables que uno pueda imaginarse.   Txus me contaba que  los acompañaba en algunas ocasiones y que se sentía orgulloso de ir con su tío en el carro sentado al lado de Pepín, a quien el tío había dado una Thompson para que lo protegiera.
De este extraño y corto periodo, Txus recordaba con una alegría hilarante, su última  hazaña como “el Bicho” un día fue al  corral de un vecino del pueblo y liberó a todos los cochinos, los llevo por todo el pueblo, subió las escaleras del ayuntamiento y llegaron a la oficina del tío.  La Sra. que les narré en el segundo post todavía se acordaba. Cada vez que fuimos al pueblo subíamos las escaleras del ayuntamiento mientras me narraba por enésima vez su gran hazaña.
El tío Sopas, fue durante el franquismo el alcalde del pueblo en muchas ocasiones.  alternándose con otras figuras franquista del pueblo. . Pero esto y su comportamiento  le ganó cierta  aversión de los Dolara Larrauri y de casi todo el pueblo. Al morir Franco se mudó del pueblo y murió mayor, desairado y,  para satisfacción de muchos, con hijas que simpatizaban con los nacionalistas vascos o con la izquierda.
No sé si los cochinos tuvieron algo que ver, pero la familia se trasladó nuevamente a Bilbao, al gran apartamento de la  calle Autonomía. Emilia se encargó de todos, pues los hermanos mayores estaban presos y su hermana mayor vivía en San Sebastián.  Dada la penuria y el hambre se vio en la necesidad de entregar  a los más pequeños al orfanato.  Txus al Amor Misericordioso y las hermanitas no sabemos dónde. Chicho supo de ellas 12 años después y en circunstancias especiales, (en este momento me acabo de acordar del nombre de las dos hermanitas que me faltaban, Encarna, la que murió en la guerra y Paz “Pacita” ).

el Amor misericordioso
El Amor Misericordioso distaba mucho de tener misericordia, lo que se encontró Emilia al visitar a Txus muy poco tiempo después de haberlo ingresado fue a un  niño muy  flaco, lleno de piojos, sucio, que  no hablaba con nadie, con  mirada  triste y distante y que apenas le respondió con monosílabos.  Su estado era, prácticamente, catatónico.  Emilia preocupada lo llevó a la casa y para que se recuperara lo envió con la prima Clotilde a Urdúliz, craso error.
La prima Clotilde paso a los anales de la familia, como la prima loca.  Vivía sola en un caserío en la montaña, casada con un marino, que nunca estaba en casa, era una mujer  de pocas palabras, torva, incapaz de demostrar ningún afecto,  solo se dirigía al recién llegado para darle ordenes, precisas y concretas.  Txus contaba que no solo la prima estaba loca, sino que todos los animales que tenía también, el gato te atacaba y arañaba, el burro te mordía y el perro entre gruñidos y bufidos mostraba sus dientes continuamente, pero el don de Txus con los perros, funcionó y en pocas horas el único amigo que tenía en la soledad del monte era ese animal.  El pequeño tenía que salir apenas clareaba el día a moler el trigo o el maíz al molino que quedaba a pocos kilómetros.  El niño iba flanqueado por el perro y jalando el burro, cargado de sacos, que se negaba a caminar, cuando Txus se descuidaba el burro le asestaba una mordida en la espalda y Txus lloraba de impotencia y miedo. Pero un día llenándose de valor tomo un palo y con todas sus fuerzas empezó a golpear las patas traseras de burro hasta que  se le doblaban las rodillas y caía, esta situación se repetía todos los días hasta que el burro dejo de morderlo. Muchos años más tarde, al contarle este hecho que lo avergonzaba y del que no se sentía orgulloso, al psicoanalista, este le dijo que gracias a las golpizas que le propinó al burro no estaba en un manicomio. Pues esto le había ayudado a drenar toda la rabia, odio y violencia que había acumulado.  Un día el pequeño Txus se levantó, todavía de noche, y se escapó caminando a Bilbao, caminó 22 kilómetros y llegó a la casa de Autonomía y los más asombroso, y que confirmó la locura de Clotilde, es que muchísimos años después, los hijos de sus hermanos José Antonio y Juan, en años diferentes, fueron a pasar el verano con Clotilde y después de pocos días de convivir con ella, optaron por escapar a Bilbao siguiendo los pasos de su tío.   Cuando se reunían y  hablaban de su estadía con  Clotilde, era como si contaran una película de terror. 

A los pocos días de llegar a su casa, Emilia buscó otra solución a la situación del niño y una vez más se montaron en un tren, esta vez rumbo a Zaragoza.
Al igual que Txus, no sé cómo catalogar esta institución, pero el término que más le cuadra  es "cuartel falangista infantil". Los niños del lugar eran huérfanos de guerra, casi todos hijos de los vencidos. Su objetivo principal era la reeducación. La vida cotidiana de los niños estaba rígidamente reglamentada por instrucción religiosa y paramilitar, que incluía castigos colectivos de índole física y psicológica. La  férrea disciplina incluía la prohibición de mantener conversaciones después de la cena y el tiempo de ocio era totalmente controlado. Todo destinado a limitar relaciones de amistad y solidaridad.
Se levantaban al amanecer y hacían instrucción militar con un pequeño fusil de madera, durante una hora.  Previamente se habían duchado, Txus me contaba que muchas veces, tenía que golpear la tubería con una llave para descongelarla, de esta experiencia le quedo su costumbre de bañarse con agua fría siempre, sin importar la estación del año. Después de un desayuno frugal se formaban en el patio y un falangista los instruía en los principios de la falange. Este falangista, hijo del director, vino a Venezuela y se convirtió en un respetado y reconocido médico oftalmólogo. El trato entre falangista  era de camaradas y siempre se tenían que tutear, cuando se hacía alguna pregunta, se tenía que contestar “habla el camarada…  a sus órdenes, responder, y cerrar con arriba España, camarada Fulanito” a todos los niños les costaba tutear a una persona adulta y al principio lo trataban de usted. El insigne futuro doctor, los llamaba al frente y con todas sus fuerzas les daba un puñetazo en la cara. Obviamente en poco tiempo todos lo tuteaban. Cuando Txus contaba esto se paraba firme y saludaba como todo un militar, con una mirada seria y el seño fruncido, como si estuviera saludando a un camarada,
La corta temporada en Zaragoza fue muy intensa y traumática, pero lo fortaleció para los tiempos que estaban por llegar. Un día le informaron que recogiera las cuatro pertenencias que tenía y junto a compañero llamado Zaratxu lo subieron a un vagón militar rumbo a Bilbao.
Habían pasado tantas  cosas en tan poco tiempo, Txus todavía tenía 9 años y había vivido y sufrido a tan corta edad lo que muchos no vivimos en toda una vida.


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