el dia de nuestra boda |
Al día siguiente nos
fuimos una semana a Mérida, nos quedamos en el Hotel Prado Rio en una de sus
cabañas. Paseamos, comimos, subimos al teleférico, fuimos a Jají, paseamos a
caballo y nos reíamos de cosas absurdas, en fin, todo felicidad, una luna de miel
chiquitica. La grande vendría después, antes tenía que entregar la tesis de
grado y graduarme en la universidad.
Hotel Prado Río Mérida Venezuela |
En enero viajamos a Europa durante 2 meses. Llegamos a Madrid
después nos fuimos a Holanda, Londres,
país Vasco, Madrid, Canarias y regreso a
Caracas. Fue intenso y maravilloso compartir con Txus museos y galerías,
edificios históricos, ciudades, asombrarnos de todos los gustos que
compartíamos, descubrirnos pensando en lo mismo o diciendo al unísono las
mismas frases o palabras nos hacía constatar lo acertado de nuestra decisión.
Viajar con él era como viajar con un guía turístico, con
master en historia, geografía, arte, cultura general que hacía más placenteras
e instructivas las visitas. En ese viaje
descubrí la compulsión de Txus por comprar libros, afiches, mapas… Cargar las
maletas cuando salimos de Caracas ya era un esfuerzo, el papel pesa, y
llevábamos mapas, guías Michelin y
algunos libros para consumo nuestro o para regalos. Pero en la medida que el
viaje avanzaba cargarlas se convirtió en una tarea titánica y ni les cuento de los bolsos de mano que trasformados en auténticos monolitos eran inamovibles.
Las visitas al País
Vasco y a Canarias tenían como segunda
intención conocer a las familias y amigos de cada uno. En el País Vasco al
llegar al aeropuerto, vi a un hombre pequeño con una enorme planta en una
maceta dirigirse hacia nosotros, llamándonos por nuestro nombre, inmediatamente
sabía que se trataba de uno de los amigos más entrañables de Txus, hermano del
“colegio” que fue a Venezuela con él,
compañero inseparable en todo lo que emprendió, desde el estraperlo,
hasta la política y que hacía años había retornado al País Vasco. Un hombre
adorable, con una mezcla de locura, alegría y ternura única e irrepetible. Con
él estaba el querido hermano Juan, el que nunca desamparo a Txus, al llegar a
su casa conocí a su esposa Mary, la maternal, y a sus hijos, este día cerró con
una cena familiar y amigos. Ahí aprendí que comer y comida está en la
naturaleza innata del ser vasco.
Y así se sucedían días y días donde la gente de los cuentos y
anécdotas de Txus iban adquiriendo rostros, voces, risas. Conocer los
protagonistas de sus historias fue genial, compartir con ellos, hablar, reír un
deleite. Me aceptaron inmediatamente Txus, estaba “tan bien, tan feliz” y yo era la responsable de ese estado de
bienestar así que me abrieron su corazón y su afecto.
Después de grandes y sabrosas comilonas, conocer a toda la
familia (en Donosti tuve el placer de conocer a la hermana mayor, María Luisa, y su parecido con el benjamín de
la familia era asombroso), visitar todos los lugares importantes para Txus, dar
paseos por todo el país vasco y Navarra llegó la hora de las despedidas. Done
mi planta a la casa de Juan y la vi crecer en viajes posteriores, pero de todas
formas el equipaje se vio aumentado, después de hacer un comentario sobre un
cuadro pintado por el amigo entrañable de Txus este nos sorprendió en la
despedida con el cuadro embalado y listo para viajar.
El cuadro de Luisito Zubia ha colgado en nuestra pared durante 35 años como testigo mudo de nuestra vida |
Fueron todos a
despedirnos y me asombró ver a esos
hombres, que habían pasado por tanto,
abrazarse con lágrimas que corrían por sus mejillas. El afecto que surge
en condiciones extremas dura para siempre.
En Canarias
compartimos con mi familia, mis abuelas, ya mis abuelos habían muerto, mis tíos
y mis primos y primas y pasamos momentos muy gratos. La peculiar tía Maria, tía
de mi papá, calló subyugada a los pies
de Txus y me comentaba “si tuviera 20 años menos te quitaría a ese hombre”.
Cuando la calificó como peculiar no es un eufemismo, vivía sola, había vuelto a
Canarias de Cuba después de la revolución por no estar de acuerdo con la ideas
de Fidel, dejando atrás esposo e hijos. Fumaba muchísimo y tomaba vino, era
independiente y nos enseñó a todos los primos, desde pequeños y a escondidas,
el placer de fumar y beber. Todos la adorábamos.
No sé en qué momento
de nuestra relación Txus empezó a llamarme Chichi y yo como contrapartida
Chicho, pero no hace mucho una prima querida me recordaba como toda la familia
se sorprendió y se mofaban a nuestras espaldas de esta cursi forma de
tratarnos, digo mofarse por que en el gen de los Hernández las bromas y las
risas están incorporados.
viaje |
foto en Holanda. Nerea escribió algo precioso sobre ella los invito a leerlo |
Y llego la hora de
regresar a Caracas, a nuestro apartamento y empezar en serio nuestro día a día
como pareja. Cada uno a su trabajo deseando que concluyera la tarde para volver
a estar juntos, empecé a cocinar, yo que
en mi vida lo había hecho, experimentaba en la cocina cada día y debo decir que siempre con éxito,
tenía un don culinario que hasta el momento no había descubierto, antes y
después de cenar hablábamos de todo. El dialogo y las conversaciones siempre
fueron importantes en nuestra vida. Cada día de nuestra larga relación no hubo
uno solo en que no nos dedicáramos un largo rato a conversar de cualquier cosa
desde el libro que leíamos, hasta la última película, pasando por la política, por
la música, el arte… Los fines de semana le preparaba el desayuno y con el olor
a café y las panquecas o arepas humeantes, llevaba el desayuno a la cama
cantándole una canción (me da un poco de vergüenza compartir esto): “Buenos
días Chicho lindo, Buenos días tenga usted…” se despertaba, se estiraba, me
besaba y nos sentábamos a comer. Después invariablemente poníamos música (Tchaikovsky, Purcel, Maria Callas y mi favorito
de la época Silvio Rodríguez) y leíamos
los periódicos, siempre empezaba por los deportes, después noticias internacionales, noticias nacionales y por
último el cuerpo dedicado a cultura y opinión. Y entre pieza musical y lectura
intercambiábamos largos coloquios sobre algo interesante que leíamos y si nos
gustaba mucho lo leíamos en voz alta, mientras el otro prestaba toda su atención.
En la casa siempre se
escuchaba música y yo, que provengo de
una familia cantarina, acompañaba a todos los intérpretes, cantaba desde Casta
Diva, hasta la última canción de moda. Txus
que tenía una voz horrible se admiraba de mi capacidad para aprenderlas y me
comentaba siempre como le gustaba escucharme cantar. Como ya señale era fanática
de Silvio Rodríguez en esa época, no me perdía sus conciertos cuando venía a
Caracas. Silvio se convirtió en el soundtrack de nuestra vida. Txus lo
consideraba un poeta y de todo su repertorio había dos canciones que le
encantaban, la primera por que reflejaba como se sentía en ese momento y la
segunda porque expresaba su forma de amarme. Escúchenlas y presten mucha
atención a sus poéticas letras.
A veces preparaba
picnics en el balcón, poníamos un mantel en el piso y comíamos. Íbamos mucho de
picnic, algunos fines de semana me levantaba temprano y preparaba comida, la
metía en una cesta y salíamos a descubrir lugares donde comer. Salíamos a cenar
o invitábamos a amigos a la casa y seguíamos asistiendo al cine, conciertos,
teatro a toda la amplia gama cultural que ofrecía la Caracas de la época. Pero algo teníamos claro del fin de semana
siempre uno de los días tenía que ser exclusivamente para nosotros solos.
En los años que habíamos
compartido solo en un momento vi el rostro de Txus ensombrecido y crispado,
cuando el loco Tejero tomó por asalto y disparó en las cortes españolas. Ese 23
de febrero de 1981 un Txus desencajado abrió la puerta, entró y se sentó postrado, vencido,
en el sillón, me senté en sus piernas y lo abrace mientras me contaba sus
miedos, menos mal que al poco tiempo la televisión informó que el golpe había
sido abortado. Al evocar esto, una canción de Silvio acompaña al recuerdo y se
repite continuamente en mi mente:
“Si hay días que vuelvo cansado,
sucio de tiempo,
sin para amor,
es que regreso del mundo,
no del bosque, no del sol.
En esos días,
compañera,
ponte alma nueva
para mi más bella flor”
sucio de tiempo,
sin para amor,
es que regreso del mundo,
no del bosque, no del sol.
En esos días,
compañera,
ponte alma nueva
para mi más bella flor”
Pero a excepción de
ese momento nada turbó la felicidad y transcurrían
los días, los meses y los años y la sonrisa con la que nos despertábamos cada
día seguía ahí imperturbable. A principios de 1983 decidimos que había llegado
el momento de dejar de ser pareja y convertirnos en familia. En junio nos
enteramos que estábamos esperando un bebe y la alegría fue intensa, pasaba
largos ratos con su cabeza apoyada en mi barriga, hablándole al bebe. Empezó a
comprar libros sobre el embarazo y el cuidado de los niños y los dos los
leíamos con verdadero interés. Fueron nueve meses idílicos, apenas
ensombrecidos por algunas dudas o miedos que acechan a los padres primerizos. Hacia ejercicios
físicos y de relajación y caminaba todos los días a la estación del metro de la
Plaza Venezuela donde me encontraba con Txus para venir paseando hasta el apartamento, me detenía en las
vidrieras de prenatal y en todas las tiendas de bebes que había en el
boulevard, empecé a tejer ropita, a
comer súper sano a dejar de ir a sitios bulliciosos que afectaran al bebe, me
hice fanática de los pepinos y del concierto para violín de Tchaikovsky y Txus apoyándome en todo, moviendo
los muebles, haciendo espacio para el bebe, en un apartamento lleno de
bibliotecas y libros El estudio se transformó en un cuarto de bebe y los libros
fueron sustituidos por móviles, muñecos de peluche y por supuesto cuentos
infantiles. Preparábamos el cuarto para XX, así llamamos al bebe, pues un día que estábamos viendo el eco y habiendo advertido que no queríamos
saber el sexo, entró la enfermera y le comentó al doctor, no hay duda
es XX.
solo faltaba un mes para el nacimiento de XX |
Txus no solo irradiaba felicidad, sonaba a felicidad, un apenas
audible canturreo salía de su garganta, una especie de runruneo musical que me
indicaba y me indicó siempre lo feliz
que era. Ese susurro que ya no se repetirá jamas fue para mi el sonido de su felicidad.